viernes, 26 de noviembre de 2021

El vacío existencial es la primera causa de ansiedad - Marian Rojas (I)


ÁLVARO SÁNCHEZ LEÓN     |     Aceprensa     |     25/11/2021

 

Marian Rojas Estapé es la best seller de la pluma antiinflamatoria, la bata blanca y la sonrisa realista y consciente. Psiquiatra. En el momento más doloroso de su vida escribió Cómo hacer que te pasen cosas buenas (2018), y el viento de la naturalidad y la franqueza de sus páginas, siempre entre la ciencia y la experiencia, cosechó un alto número de hogares reencendidos sin miedo al precio de la luz. Sus páginas trajeron más brillo, también para los ojos de una sociedad con síndrome de burnout que miraba hacia los lados, titubeante, incluso antes de que debutara el coronavirus.

Este año ha vuelto al podio de los libros más vendidos con Encuentra tu persona vitamina: una rebotica para conocernos y sanar la convivencia, y una vacuna de emergencia ante este clima de urgencias de salud mental que se salen de madre en nuestros propios domicilios.

No ha vivido aún su crisis de los 40 y ya ha salvado de muchas asfixias emocionales, angustias existenciales, ahogamientos en piscinas y en vasos de agua, tiros por la culata, encierros al vacío, sorderas de orgullo, miopías individualistas, cobardías crónicas, hiperplasias de inmadurez, esguinces familiares, anorexias de afecto, bulimias de egocentrismo… y suicidios.

El timbre de su consulta está que arde. Las páginas de sus libros viajan en el metro. Mujer de rojo sobre fondo gris-oscuro-casi-negro-mate. Apasionada. Ilusionante. Es un ventilador de divulgación científica, guiños de empatía y motivos contundentes para vivir con la cabeza alta.

Con la mirada puesta en una pandemia que sube y baja por el retrovisor. Con El País y su “España, en terapia” sobre la mesa del café. Muy cerca de las grúas monstruosas que recomponen el nuevo Bernabéu, zumo de oxitocina con vitaminas, andamios, reset, la ola en las gradas y ¡gol!

— Dice The Lancet que los casos de depresión grave han aumentado un 28% en todo el mundo y los diagnósticos de ansiedad, un 26%. Son porcentajes de guerra mundial que nos están hablando a gritos: “Conócete a ti mismo, cuídate, y protege a los demás”.

— No estamos diseñados para vivir en modo alerta. Las cifras son “lógicas” después de este tiempo de pandemia, porque casi nadie sabe enfrentarse de manera sana a la muerte, a la enfermedad, al sufrimiento y a la incertidumbre. Durante el confinamiento repetí muchas veces: “Si no puedes salir fuera, métete dentro”. Estas circunstancias son ocasiones de oro para pararse a pensar y hacerse las grandes preguntas. La pandemia bien gestionada nos ayudará a crecer. De momento, lo que veo en consulta es que la pandemia mal gestionada nos está enfermando.

— Desde el inicio de la pandemia, en España se prescriben el doble de psicofármacos. Pero en Encuentra tu persona vitamina nos habla de que nadie sale del hoyo solo con pastillas.

— Las pastillas pueden ser una grúa necesaria que nos sacan del hoyo y nos colocan de nuevo con los pies sobre la tierra. A partir de ahí, debemos contar con herramientas que nos permitan aprender a vivir sin fármacos. Las pastillas son impermeables que ayudan a no sentir. En los casos de depresión grave o de angustia sirven para paliar esos síntomas ansiosos depresivos, pero debemos prepararnos para seguir adelante sin impermeables. Recomiendo ir contando con recursos propios, poco a poco, para ser capaz de gestionar los problemas de cada día: un bache económico, la incertidumbre de la vida misma, la relación con personas que no nos convienen…

“Si contamos con herramientas para gestionar lo bueno y lo malo, vibra en nosotros un equilibrio interior y somos más felices”

— El CIS dice que el 35,1% de los españoles ha llorado en el último año y medio. Me parecen pocos. Lo que está claro es que ante una sociedad que cambia bruscamente cada día, la incertidumbre y las crisis cada vez necesitamos más estar rodeados de personas que curan: aspersores de oxitocina, en la jerga de tus libros.

— Yo he llorado varias veces durante la pandemia y no me importa admitirlo. En pleno confinamiento tuve a mi cuarto hijo y el mayor tenía cinco años… De pronto, me vi en unas circunstancias muy complejas de gestionar, porque mi marido era trabajador esencial. No conozco a nadie que no haya sufrido mucho en algún momento de esta pandemia. La incertidumbre, el miedo y el estrés nos intoxican de cortisol y las personas vitamina nos riegan de oxitocina, que inhibe el cortisol. Es importante aprender a ser persona vitamina y rodearse de personas vitamina, que son esas que en un solo instante te alivian de la tensión y saben sacar lo mejor que llevas dentro.

— Bienaventurados quienes te bajen el cortisol y te mejoran la vida, porque ellos son la mejor vitamina en este contexto de anemia existencial.

— Tener una persona con quien hablar o estar cuando lo necesitamos provoca ratos oxitocínicos que son el mejor regalo. Por primera vez en nuestra historia, hoy, cuando vemos a alguien, medimos antes el riesgo que el cariño. Prevalece el miedo a contagiarse sobre las ganas de verse. ¿Estará vacunado? ¿Lleva mascarilla? ¿Me ha dado la mano? ¿Le respondo con un abrazo? Todo este proceso mental es terrible en las relaciones humanas, que son de entrega, de servicio y de cariño.

— En tus libros abres muchas pestañas y hay una que me parece la más esperanzadora de todas: los seres humanos podemos cambiar. Tenemos capacidad para mejorar nuestra forma de ser y para hacer que nos pasen cosas buenas después de evitar las inercias malas.

— No conozco a nadie que no esté librando una batalla importante en algún aspecto de su vida, porque la vida es un drama y eso es una realidad. Al que no le preocupa la salud, le angustia el dinero, o el amor, o el trabajo, o los padres, o los hijos… Como psiquiatra y como persona que se dedica a investigar el comportamiento humano, cada vez tengo más claro lo importante que es ser capaces de disfrutar lo bueno y gestionar adecuadamente lo malo. Conozco a personas que protagonizan muchas vivencias positivas, pero no son capaces de disfrutarlas y deambulan en tensión. Suelen ser personas que, después, ante lo malo, se bloquean, se enfadan, pierden el control o enferman. Mi mensaje es esperanzador, porque yo he visto que, cuando contamos con herramientas para gestionar lo bueno y lo malo, vibra en nosotros un equilibrio interior y somos más felices.

— Es posible pensar en una sociedad en la que amanezcamos pensando: ¿cómo puedo hacer que todas las personas que se cruzan hoy por mi vida estén a gusto, aunque el mundo real no sea Pixar?

— En esto soy más pesimista, porque hay un fondo egoísta en la sociedad. Hoy estamos más conectados que nunca, tenemos más amigos en las redes sociales que nunca, y somos más individualistas que nunca. Y la pandemia ha exacerbado ese perfil. Nos levantamos por la mañana preguntándonos qué hago con mi vida, qué me satisface, y nos hemos olvidado completamente de qué hago con la vida de los demás o qué les satisface a quienes me rodean. Con mis libros, trato de impulsar que esto cambie, porque una sociedad individualista, se destruye. No estamos diseñados para vivir así. No tocarse, mata. Aislarse, enferma.

— Pongamos por hecho que yo quiero ser vitamina en medio del mundo. ¿Cómo puedo curar a una persona egoísta?

— Las personas que no son vitamina están sufriendo por algún motivo. La mejor manera de ser vitamina es dejar de juzgar a los demás. Debo comprender que detrás de la toxicidad de ese egoísmo, de ese mal humor, de esa frialdad, hay un daño patente o latente. Si levanto la barrera del juicio crítico y me impongo la del entendimiento, todo cambia. Yo escucho cosas increíbles en mi consulta, y evito juzgar, sobre todo desde que me tocó afrontar un caso muy grave que me dejó impactada. En este episodio concreto, pensaba que mi paciente era una mala persona, y cuando percibí ese planteamiento, me di cuenta de que así nunca sería capaz de ayudarle. Me despojé del prejuicio del juicio, intenté entender el camino por el que había llegado hasta ese comportamiento, y en ese momento el paciente empezó su fase de sanación, porque cuando comprendemos a alguien aflora la oxitocina, y si hay oxitocina, baja el cortisol, y cuando baja el cortisol, nos empezamos a curar.

“La mejor manera de ser vitamina es dejar de juzgar a los demás. Comprenderse y comprender es aliviar”

— Dices que la escucha activa “provoca un subidón de oxitocina instantáneo en el prójimo”. Que empatizar de verdad es una receta magistral para todos. Parece fácil, pero…

— La empatía es una cualidad maravillosa, pero ojo con la empatía exagerada. Hay personas que empatizan tanto que se pasan la vida sufriendo por todos los problemas del mundo. Debemos aprender a protegernos. De todas formas, para el 80% de la población, la empatía es dejar de ser el centro del universo para que los demás nos empiecen a importar. Todos nos damos cuenta perfectamente cuando interesamos de verdad a otra persona y sentimos esa conexión mágica ante quien nos entiende perfectamente

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