HÉCTOR FARRÉS | la vanguardia.com | 12/01/2025
El '¿y si lo intento?' puede desencadenar cambios profundos
en cómo piensas, sientes y actúas.
Cambiar tu forma de pensar no es solo un lema
motivacional, es literalmente un cambio que se refleja en tu cerebro. La
neurociencia lo confirma: la mentalidad de crecimiento activa zonas específicas
que te hacen sentir curiosidad, placer al aprender y motivación para avanzar.
Así que el cerebro puede ser tu mejor aliado o tu mayor freno, según cómo
pienses.
Cambio de actitud
La mentalidad es el motor del cerebro.
David Bueno, neurocientífico y divulgador, explica que
todo comienza con cómo percibes el futuro. Si eres capaz de visualizar que tus
esfuerzos tendrán recompensas, el estriado —una región importante del cerebro—
se activa, impulsándote a actuar: “Si tú no anticipas que lo que haces ahora te
va a ser útil en el futuro, ¿para qué vas a hacerlo? Y si no lo haces, no vas a
conseguir nada”. Esta diferencia puede parecer sutil, pero cambia por completo
el enfoque de tu vida.
Además, la amígdala, la parte encargada de gestionar las
emociones, también reacciona de forma distinta según tu mentalidad. Si abrazas
la idea de que siempre puedes aprender algo nuevo, las novedades despertarán tu
curiosidad. En cambio, con una mentalidad fija, esas mismas situaciones podrían
generar miedo o rechazo, ya que podrías dudar de tu capacidad para adaptarte.
El resultado es que o avanzas o te quedas en el mismo lugar.
La corteza prefrontal, responsable de planificar y
reflexionar, también tiene mucho que decir. Bueno señala que, para quienes
tienen una mentalidad de crecimiento, pensar en cómo mejorar resulta
placentero. Este placer refuerza un círculo virtuoso: reflexionas, mejoras y,
al hacerlo, tu cerebro se va moldeando. “Nuestros pensamientos también influyen
en cómo se construye nuestro cerebro”, añade, enfatizando que las conexiones
neuronales son el reflejo directo de las creencias.
Este proceso no ocurre de forma mágica, pero sí es
transformador. Creer que es posible progresar hace que las conexiones de tu
cerebro trabajen a tu favor. Por el contrario, pensar que has llegado a un
límite refuerza patrones que te frenan. Es como si el cerebro dijera: Hasta
aquí hemos llegado.
Así que, la próxima vez que te enfrentes a un problema, piensa en esto: cambiar tu forma de pensar no solo cambia cómo te sientes o actúas, también cambia físicamente tu cerebro. Eso sí que es una forma poderosa de aprovechar al máximo tu potencial.
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