ROBERT WHITAKER | PERIODISTA
DE INVESTIGACIÓN
El periodista norteamericano recopiló estudios
científicos para evidenciar que los trastornos mentales no se deben a
alteraciones químicas del cerebro.
JOSEBA ELOLA | El País | 07/02/2016
JOSEBA ELOLA | El País | 07/02/2016
En
el curso de esa indagación, una cascada de datos demoledores: en 1955 había
355.000 personas en hospitales con un diagnóstico psiquiátrico; en 1987,
1.250.000 recibían pensiones en EE UU por discapacidad debida a enfermedad
mental; en 2007 eran 4 millones. El año pasado, 5. ¿Qué estamos haciendo mal?
Whitaker
(Denver, Colorado, 1952) se presenta, humildemente, las manos en los bolsillos,
en un hotel de Alcalá de Henares. Su cruzada contra las pastillas como remedio
de las enfermedades mentales no va por mal camino. Prestigiosas escuelas
médicas ya le invitan a que explique sus trabajos. “El debate está abierto en
EE UU. La psiquiatría está entrando en nuevo periodo de crisis en ese país
porque la historia que nos ha contado desde los ochenta ha colapsado”.
Pregunta. ¿En qué consiste esa historia
falsa que, dice usted, nos han contado?
Respuesta. La historia falsa en EE UU y
en parte del mundo desarrollado es que la causa de la esquizofrenia y la
depresión es biológica. Se dijo que se debían a desequilibrios químicos en el
cerebro; en la esquizofrenia, por exceso de dopamina; en la depresión, por
falta de serotonina. Y nos dijeron que teníamos fármacos que resolvían el
problema como lo hace la insulina con los diabéticos.
P. En Anatomía de una
epidemia viene a decir que los psiquiatras aceptaron la teoría del
desequilibrio químico porque prescribir pastillas les hacía parecer más
médicos, los homologaba con el resto de la profesión.--/--R. Los
psiquiatras, en Estados Unidos y en muchos otros sitios, siempre tuvieron
complejo de inferioridad. El resto de médicos solían mirarlos como si no fueran
auténticos médicos. En los setenta, cuando hacían sus diagnósticos basándose en
ideas freudianas, se les criticaba mucho. ¿Y cómo podían reconstruir su imagen
de cara al público? Se pusieron la bata blanca, que les daba autoridad. Y
empezaron a llamarse a sí mismos psicofarmacólogos cuando empezaron a
prescribir pastillas. Mejoró su imagen. Aumentó su poder. En los ochenta
empezaron a publicitar su modelo y en los noventa la profesión ya no prestaba
atención a sus propios estudios científicos. Se creyeron su propia propaganda.
“Están creando mercado para sus fármacos y están
creando pacientes. Es un éxito comercial"
P. Pero esto es mucho decir, ¿no?
Es afirmar que los profesionales no tuvieron en cuenta el efecto que esos
fármacos podían tener en la población.--/--R. Es una traición. Fue
una historia que mejoró la imagen pública de la psiquiatría y ayudó a vender
fármacos. A finales de los ochenta se vendían 800 millones de dólares al año en
psicofármacos; 20 años más tarde se gastaban 40.000 millones.
P. Y ahora afirma usted que hay
una epidemia de enfermedades mentales creada por los propios fármacos--/--R. Si
se estudia la literatura científica se observa que ya llevamos 50 años
utilizándolos. En general, lo que hacen es aumentar la cronicidad de estos
trastornos.
P. ¿Qué le dice usted a la gente
que está medicándose? Algunos tal vez no la necesiten, pero otros tal vez sí.
Este mensaje, mal entendido, puede ser peligroso.--/--R. Sí, es
verdad, puede ser peligroso. Bueno, si la medicación le va bien, fenomenal, hay
gente a la que le sienta bien. Además, el cerebro se adapta a las pastillas,
con lo cual retirarla puede tener efectos severos. De lo que hablamos en el
libro es del resultado en general. Yo no soy médico, soy periodista. El libro
no es de consejos médicos, no es para uso individual, es para que la sociedad
se pregunte: ¿hemos organizado la atención psiquiátrica en torno a una historia
que es científicamente cierta o no?
El
recorrido de Whitaker no ha sido fácil. Aunque su libro esté altamente
documentado, aunque fuera multipremiado, desafió los criterios de la Asociación
de Psiquiatría Americana (APA) y los intereses de la industria farmacéutica.
Pero,
a estas alturas, se siente recompensado. En 2010, sus postulados eran vistos,
dice, como una “herejía”. Desde entonces, nuevos estudios han ido en la
dirección que él apuntaba —cita a los psiquiatras Martin Harrow o Lex
Wunderink; y apunta que el prestigioso British Journal of Psychiatry ya
asume que hay que repensar el uso de los fármacos—. “Las pastillas pueden
servir para esconder el malestar, para esconder la angustia, pero no son
curativas, no producen un estado de felicidad”.
P. ¿Vivimos en una sociedad en la
que necesitamos pensar que las pastillas pueden resolverlo todo? --/--R. Nos han alentado a que lo
pensemos. En los cincuenta se produjeron increíbles avances médicos, como los
antibióticos. Y en los sesenta, la sociedad norteamericana empezó a pensar que
había balas mágicas para curar muchos problemas. En los
ochenta se promocionó la idea de que si estabas deprimido, no era por el
contexto de tu vida, sino porque tenías una enfermedad mental, era cuestión
química, y había un fármaco que te haría sentir mejor. Lo que se promocionó, en
realidad, en Estados Unidos, fue una nueva forma de vivir, que se exportó al
resto del mundo. La nueva filosofía era: debes ser feliz todo el tiempo, y, si
no lo eres, tenemos una píldora. Pero lo que sabemos es que crecer es difícil,
se sienten todo tipo de emociones y hay que aprender a organizar el
comportamiento.
P. Buscamos el confort y el mundo
se va pareciendo al que describió Aldous Huxley en Un mundo feliz… --/--R. Desde luego. Hemos perdido la
filosofía de que el sufrimiento es parte de la vida, de que a veces es muy
difícil controlar tu mente; las emociones que sientes hoy pueden ser muy
distintas de las de la semana o el año que viene. Y nos han hecho estar alerta
todo el rato con respecto a nuestras emociones.
P. Demasiado centrados en
nosotros mismos…--/--R. Exacto. Si nos sentimos infelices, pensamos
que algo nos pasa. Antes la gente sabía que había que luchar en la vida; y no
se le inducía tanto a pensar en su estado emocional. Con los niños, si no se
portan bien en el cole o no tienen éxito, se les diagnostica déficit de
atención y se dice que hay que tratarlos.
P. ¿La industria o la APA están
creando nuevas enfermedades que en realidad no existen?--/--R. Están
creando mercado para sus fármacos y están creando pacientes. Así que, si se
mira desde el punto de vista comercial, el suyo es un éxito extraordinario.
Tenemos pastillas para la felicidad, para la ansiedad, para que tu hijo lo haga
mejor en el colegio. El trastorno por déficit de atención e hiperactividad es
una entelequia. Antes de los noventa no existía.
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