PSICOLOGÍA
Psicólogos eliminan el sesgo racial o de género durante el sueño o con
descargas eléctricas, aunque el efecto es temporal.
En la
película La Naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971), el
protagonista es Alex, un joven violento y sádico interpretado por un genial
Malcolm McDowell. Harta de sus palizas, robos y violaciones, la policía del
Estado lo pone en manos de unos siniestros médicos que le inyectan una especie
de suero del buen ciudadano. Para activarlo, someten al chico a eternas
sesiones de imágenes violentas. Al final consiguen que Alex sienta aversión
ante la simple posibilidad de matar una mosca. Pero los científicos reales no
son tan retorcidos: les bastan 90 minutos de siesta o suaves descargas para
borrar el machismo o el racismo del cerebro.
Son pocos los
que, conscientemente, se declaran hoy machistas o racistas. Sin embargo, el
rechazo hacia el otro está en la base de la biología humana. Entre los humanos,
el recelo hacia los que no son del grupo es un extra de supervivencia. Hoy, la
cultura ha matizado este sesgo, pero, aunque inconsciente, sigue estando ahí.
Lo demuestra la tendencia a contratar a un hombre antes que a una mujer o los
continuos casos de violencia policial contra las minorías étnicas.
Para medir ese
sesgo, psicólogos estadounidenses crearon hace más de una década el Test de
Asociación Implícita (TAI).
Se trata de un juego en el que hay que relacionar imágenes con palabras, como
una imagen de una persona de raza negra con términos positivos o negativos. Y
hay que hacerlo lo más rápido posible, sin pensar. Su objetivo es liar al
cerebro para que debilitar su grado de respuesta consciente y aflorar lo que
realmente siente uno hacia los otros. En la edición
española,
por ejemplo, se puede jugar a Negro-Blanco, Madrid-Cataluña, Joven-Viejo... Una
advertencia, sus resultados puede que no le gusten.
Ahora,
investigadores de la Universidad
Northwestern (EE
UU) han usado una versión del TAI con 40 estudiantes, la mitad chicos y la
mitad chicas, todos blancos. Pero su objetivo no era comprobar su sesgo social
contra los negros o de género, sino comprobar si ese sesgo se podía
desaprender. Primero confirmaron la validez del test. A la mitad de los
estudiantes les mostraron imágenes de negros y blancos asociadas con palabras
negativas o positivas. A la otra mitad, les enseñaron fotos de chicos y chicas
emparejadas con términos relacionados con la ciencia o arte y literatura. En
una escala del cero (sin sesgo) al 1 (máximo sesgo), la puntuación media fue
superior a 0,55.
Tras
este entrenamiento, los psicólogos hicieron ver el sesgo a los participantes y
les pidieron que repitieran la prueba, pero con cabeza, pensando la relación
entre imágenes y palabras y eligiendo las no discriminatorias. Cuando
acertaban, el programa emitía un sonido. Al acabar la tarea, los voluntarios
fueron invitados a echarse una siesta de 90 minutos. No buscaban su descanso,
sino aplicar lo que la ciencia llama consolidación de los recuerdos mediante el
sueño. Además de reparar, el sueño es el mecanismo que usa el cerebro para
fijar en la memoria o descartar las experiencias y aprendizajes del día.
Cuando los
chicos se encontraban en la fase de sueño de ondas lentas, o sueño profundo, a
la mitad de ellos, los investigadores comenzaron a emitirles el mismo sonido
que habían reproducido cuando asociaban a negros con palabras buenas o a
mujeres con términos de ciencia. Al despertar, tal y como explican en la
revista Science, les hicieron
repetir el TAI. Comprobaron que sus puntuaciones de sesgo habían bajado hasta
el 0,17, pero solo aquellos que habían sido acunados con el sonido. Los demás mostraron
la misma puntuación.
"Lo
llamamos reactivación dirigida de recuerdos, porque los sonidos reproducidos
durante el sueño pueden mejor memoria para la información reforzada con
estímulos que sin estímulos", dice en una nota el director del Programa de
Neurociencia Cognitiva de Northwestern, Ken Paller. Anteriores estudios habían
demostrado que, durante el sueño, se podía estimular el cerebro para fijar
conocimientos y que esta fijación se podía asociar a estímulos sensoriales,
como olores o sonidos. Pero en esta ocasión lo que han borrado son sesgos de
género o raza.
Lo
más sorprendente es que este lavado de cerebro parece persistente. Al cabo de
una semana, los jóvenes repitieron ambos exámenes. Los que no fueron
estimulados con el sonido, no variaron sus resultados. Pero a los que les
reforzaron sus recuerdos durante el sueño con el sonido, mostraban aún una
reducción de los estereotipos, aunque menor que cuando estaban recién
levantados de la siesta.
"Es
sorprendente que la intervención basada en el sueño pueda tener aún un impacto
claro una semana después", comenta el principal autor del estudio,
Xiaoqing Hu. "Se podría esperar que una única y breve intervención no
fuera lo suficientemente fuerte para tener un impacto duradero y que sería mejor
recurrir a más sesiones y entrenamiento, pero nuestros resultados muestran cómo
el aprendizaje, incluso de este tipo, depende del sueño", añade.
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contra el racismo
El estudio no
entra en explicar qué ocurre en el cerebro para reducir el sesgo hacia los
otros. Pero otro trabajo publicado este mismo mes puede dar algunas pistas.
Usando el mismo Test de Asociación Implícita, psicólogos del Instituto para el Cerebro y la
Cognición de
la Universidad de Leiden (Países Bajos) midieron el sesgo hacia los magrebíes
entre un grupo de estudiantes holandeses. Pero en este caso, les curaron el
racismo con descargas eléctricas.
Tal y como
explican en la revista Brain Stimulation, a los 60
participantes, los dividieron en tres grupos. Todos tuvieron que hacer un TAI
en el que tenían que relacionar nombres holandeses o magrebíes con palabras de
signo positivo (paz, amor...) o negativo (dolor, tristeza...). Los
investigadores les hicieron creer que el objetivo del estudio era evaluar la
toma de decisiones durante la estimulación transcraneal de corriente directa,
una técnica que activa o apaga determinadas zonas cerebrales aplicando
corriente eléctrica de baja intensidad que, a lo más, provoca cierta quemazón o
cosquilleo.
En
realidad, solo la mitad de los participantes recibieron las descargas mientras
realizaban el test durante 20 minutos. Al resto les aplicaron la corriente
durante unos segundos aunque les hicieron creer que seguían enchufados el resto
del tiempo. Los psicólogos les colocaron los electrodos en el córtex
prefrontal, área del cerebro implicada en el control cognitivo, como una puerta
a lo inconsciente.
Comprobaron
que, comparados con los que recibieron la estimulación falsa, los participantes
cuyo cerebro recibió la estimulación eléctrica, mostraban una reducción
significativa de su sesgo racial. Para los autores, esto sugiere que al excitar
el córtex prefrontal, los individuos pueden controlar sus actitudes implícitas
y pensamientos más profundos. Sin embargo, este mecanismo contra el racismo
solo funciona con los electrodos puestos.
Nota.- He
puesto el artículo completo pero no estoy de acuerdo en curar el racismo con
descargas eléctricas. Lo veo peligroso y seguramente hay otros métodos no
invasivos.
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