Eparquio Delgado
| EL PAIS |
21/7/2019.
Hay infinidad de problemas sociales y vitales que provocan un
gran nivel de sufrimiento, pero no podemos reducir esas complejas
circunstancias al ámbito de influencia de la psicología.
Todos tenemos problemas, pero es obvio que no todos son
psicológicos. ¿Cómo podemos distinguirlos? Comencemos tomando prestado el
título de un libro de Ernesto López y Miguel Costa: Los problemas
psicológicos no son enfermedades (y viceversa, habría que añadir). Tener
un dolor crónico, contraer una infección o desarrollar una demencia no son
problemas psicológicos. Muchos problemas orgánicos pueden provocar síntomas
psicopatológicos, pero ni esa enfermedad ni esos síntomas son problemas
psicológicos y, por tanto, no son competencia del psicólogo.
Un error habitual a la hora de definir los problemas
psicológicos es equipararlos a lo que la psiquiatría ha establecido como
patología en sus manuales de diagnóstico, un punto de vista ampliamente
difundido debido al enorme peso de la industria de los psicofármacos y la
colaboración de organismos estatales y profesionales. Su influencia es tal que
puede considerarse, como afirma el filósofo César Rendueles, que el DSM (el
principal manual diagnóstico de la psiquiatría) es el libro más importante de
la segunda mitad de siglo XX. Desde esta perspectiva se considera que ciertos
pensamientos, sentimientos y conductas son “normales” y otros “patológicos”, y
que es la psiquiatría la que tiene la potestad para diferenciar unos de otros.
Estas clasificaciones han sido cuestionadas tanto por un sector de la propia
psiquiatría como por filósofos y sociólogos y, particularmente, por colectivos
de personas que han comprobado en sus carnes cómo algunos diagnósticos
psiquiátricos son fuente de abusos, estigma y exclusión.
Al contrario de lo que pensamos
habitualmente, el sufrimiento no forma parte necesariamente del problema
psicológico. Ser víctima de acoso laboral, estar a punto de ser desahuciado y otras situaciones pueden
provocar un gran sufrimiento, pero a nadie se le ocurriría considerar que son
problemas sicológicos. Hay infinidad de problemas sociales que provocan un gran
nivel de malestar y que tienen que ser abordados principalmente con medidas
preventivas. Los psicólogos podemos participar junto a otros profesionales en
su elaboración, pero no podemos reducir esas complejas circunstancias al ámbito
de lo psicológico. De la misma manera, muchas situaciones de la vida conllevan
sufrimiento sin que puedan ser consideradas problemas psicológicos. Esperar los
resultados de una importante prueba médica o perder a una persona cercana son
situaciones que pueden generar gran malestar. La influencia de la psiquiatría
ha llevado a considerar ese malestar como un problema psicológico cuando su
intensidad, duración y/o frecuencia son excesivamente altas. Pero tener una
ansiedad muy intensa, frecuente y duradera puede ser consecuencia de un
problema psicológico, provocar una gran cantidad de sufrimiento y requerir una
intervención, pero no es un problema psicológico en sí mismo.
La psiquiatría considera su potestad
diferenciar entre pensamientos, sentimientos y conductas “normales” y
“patológicas”
Podemos decir que un problema psicológico es lo que ocurre
cuando tratamos de conseguir un fin y nos encontramos con un conjunto de
circunstancias que nos lo impiden. Esas circunstancias tienen que ver con lo
que hacemos, ya sea por exceso o por defecto. Si quiero tener amigos, pero
evito iniciar conversaciones porque me da vergüenza, tengo un problema
psicológico. Eso sí, el problema no es la vergüenza, sino lo que hago para
evitarla. Una de las características de un problema psicológico es que la
situación debe poder ser abordada por la persona de manera individual. Es
siempre una relación de la persona con su mundo. Es habitual que provoque
sufrimiento, pero no necesariamente tiene que ser así.
El catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo
Marino Pérez Álvarez ha explicado que los problemas psicológicos son
situaciones límite en las que la vida revela sus adversidades y donde se ponen
a prueba las posibilidades de uno. No están dentro de la persona, sino que es
la persona la que está en una situación que se ha complicado. A menudo, lo que
uno hace para evitar el malestar es lo que constituye el auténtico problema,
llevándole a un bucle que pone al límite sus posibilidades. Una terapia
psicológica no tiene necesariamente como fin reducir el malestar, sino que debe
ayudar a la persona a salir de ese bucle que le impide ser quien le gustaría
ser. Esto supone frecuentemente estar dispuesto a hacer cosas que implican
pasarlo mal, y eso a nadie la gusta, pero ¿quién dijo que vivir era
necesariamente fácil y agradable?
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