CRISTIAN VÁZQUEZ
| eldiario.es |
04/02/2020
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Sonreír de manera natural y espontánea es una señal de
bienestar y satisfacción
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Pero incluso forzar una sonrisa tiene beneficios, tanto
a nivel hormonal como para la vida en sociedad
La sonrisa es una de las expresiones
más elementales de los seres humanos. Sonreímos, de hecho, desde antes
de nacer, desde que estamos en el útero materno, tal como ha permitido
comprobar la tecnología de las ecografías ultrasonido. Y también sonríen niños
ciegos de nacimiento, quienes obviamente no han tenido la oportunidad de "aprender"
a sonreír por imitación, por verlo en sus padres o en otras personas.
Muchísimos estudios científicos han
analizado la sonrisa, sus implicaciones, sus efectos, todo lo que sonreír
conlleva. Una de las conclusiones más destacadas de esos trabajos es que la sonrisa tiene mucho poder de seducción. En primer lugar, porque la sonrisa
no es solo un resultado involuntario de sentirse bien: también es posible
forzar una sonrisa. En línea con Charles Darwin -quien anotó que "la
simulación de una emoción tiende a despertarla en nuestras mentes"- cuando
una persona sonríe, aunque no sea de manera genuina, se ayuda a sí misma a
sentir alegría o satisfacción.
Hay muchas diferencias entre
una sonrisa natural y otra impostada, incluso a nivel cerebral.
En la sonrisa genuina o espontánea (llamada "sonrisa de Duchenne", en
homenaje al médico francés Guillaume Duchenne, que la investigó en el siglo
XIX), los extremos de la boca y las mejillas suben, los dientes quedan expuestos y se forman
arrugas al lado de los ojos. En el cerebro se activan la corteza temporal
prefrontal, los ganglios basales y el hipotálamo.
En cambio, cuando alguien ejecuta
una sonrisa de manera voluntaria actúan en su cerebro las cortezas motora y
premotora. Intenta reproducir los mismos rasgos de la sonrisa de Duchenne, pero
aun para quienes lo entrenan (los políticos, por ejemplo) es muy
difícil dar a esas sonrisas "artificiales" un aspecto de total
naturalidad.
Más sonrisas,
mayor bienestar y menos estrés
¿Y qué pasa a nivel hormonal?
Sonreír estimula la liberación de sustancias como dopamina, serotonina y endorfinas,
neurotransmisores que contribuyen a aumentar la sensación de bienestar, y reduce
los niveles de cortisol, una hormona que se segrega como respuesta al
estrés y la ansiedad. Por ello, se genera una suerte de
círculo virtuoso: sentirse bien hace que uno sonría, y la misma sonrisa aumenta
la sensación de bienestar. Algo así como si la sonrisa y la felicidad se
alimentaran a sí mismas.
Un elemento positivo es que esto
también funciona con las sonrisas no genuinas. En un experimento realizado por investigadores
de la Universidad de Kansas, Estados Unidos -cuyos resultados se publicaron en
2012-, se pidió a un grupo de personas que sostuvieran con la boca unos
palillos que les formaban una sonrisa involuntaria; a la mitad de esas
personas les pidieron de forma explícita que sonrieran, mientras que a la otra
mitad no les dijeron nada al respecto. Tanto esas personas como las de un grupo
de control tuvieron que resolver dos tareas estresantes.
Los resultados fueron contundentes:
todos los participantes "sonrientes", tanto aquellos a quienes les
habían pedido que sonrieran como aquellos a los que no, mostraron frecuencias
cardíacas más bajas durante la recuperación del estrés que los del grupo de
control, es decir, los que realizaron las tareas sin sonreír. "Estos
hallazgos -escribieron los investigadores- demuestran que existen beneficios
fisiológicos y psicológicos al mantener expresiones faciales positivas
durante situaciones de estrés", incluso aunque esas expresiones fuera
involuntarias.
Una expresión
que se contagia
Resulta casi de sentido común el
hecho de que la sonrisa es un valor muy apreciado en las personas que trabajan
en el área de servicios y de atención a los clientes. Pero también hay estudios
que lo han analizado, como uno realizado
por expertos de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, y publicado en
2004: comprobaron que -siempre y cuando el trabajo esté bien hecho- si los
trabajadores sonríen no solo generan la sensación de ser simpáticos y amables,
sino también más competentes.
Eso podría estar relacionado con el
hecho de que la sonrisa es una gran herramienta para lograr empatía:
la sonrisa se "contagia". La explicación radica en las llamadas
neuronas espejo, las cuales nos inducen a imitar
ciertos gestos y conductas que
vemos en los demás. En términos sencillos, se puede decir que las neuronas
espejo nos hacen actuar como los demás para que sea más sencillo ponernos en su
lugar y entenderlos. De ahí que, cuando alguien sonríe, quien lo vea también
sienta el impulso de sonreír.
De hecho, en una investigación de
2011 se propuso a un grupo de voluntarios que interpretaran los gestos que
veían en otras personas. Pero a la mitad de esos voluntarios se les indicó que
debían sostener un lápiz con la boca, lo cual les impedía sonreír cuando veían
a alguien sonriente. Pues bien, quienes tenían un lápiz en la boca
mostraron mayores dificultades para interpretar los gestos que quienes
podían imitarlos sin obstáculos.
Más aún: hay trabajos
científicos que han
explicado que esta es la razón por la cual es difícil fruncir el ceño cuando se
observa la sonrisa de otra persona. Por otra parte, las personas que se inyectan bótox con fines estéticos pierden cierta movilidad en
algunos músculos faciales. Está comprobado que
esas intervenciones producen ciertas limitaciones en los movimientos faciales,
entre ellos la sonrisa. Como consecuencia, esas personas tampoco pueden imitar
del todo bien los gestos de las personas con las que interactúan y, por lo
tanto, se modifica su procesamiento neuronal.
Personas que
sonríen, más longevas
Las sonrisas también podrían
predecir la longevidad. Científicos de Estados Unidos analizaron los
gestos con los que 230 jugadores profesionales de béisbol de ese país fueron
fotografiados en 1952. ¿El resultado? Los jugadores que en las imágenes
no sonreían vivieron una media de 72,9 años. La expectativa de quienes
mostraron una "sonrisa parcial", una pose, fue algo superior: 75
años.
Y la de quienes tenían en la cara
una sonrisa plena, una sonrisa de Duchenne, fueron los que vivieron más: un
promedio de 79,9 años. Los expertos aclaran que, por supuesto, la
sonrisa no es una fórmula mágica para prolongar la vida. La explicación
radicaría en una cuestión de probabilidades: quienes sonreían en las fotos
debían sonreír más durante el resto de sus vidas. Y eso, como se ha venido
señalando, es una señal -y a su vez causa- de una existencia con menos estrés y
mayor bienestar.
Si hiciera falta otro motivo para
sonreír más, se puede destacar el hecho de que, como asegura un estudio realizado
también en Estados Unidos, las personas que sonríen resultan más
atractivas. Un hecho que no solo tiene su importancia al momento de ligar,
sino que -de acuerdo con la autora del trabajo- hace que esas personas también
sean vistas como más exitosas, amigables e inteligentes.
En 2012, el investigador Ron
Gutman ofreció una charla TED sobre
"el poder de las sonrisas",
y afirmó que "una sonrisa puede generar el mismo nivel de estimulación
cerebral que 2.000 barras de chocolate". Con la ventaja de que, al revés
que el chocolate, el exceso de sonrisas no tiene contraindicaciones, sino que
hace bien a la salud.
Sin embargo, un estudio del año
pasado ha venido a plantear una objeción sobre esa última idea. Según sus
resultados, los trabajadores que durante más tiempo exhiben sonrisas impostadas
para complacer a sus clientes son los que más alcohol beben después del
trabajo. Al parecer, también las sonrisas, si no son genuinas, hay que
manejarlas con moderación.
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