ANA I. MARTÍNEZ |
ABC | Madrid
| 06/05/2020
Quieren
ser escuchados
Los
abuelos: un pilar fundamental
Conscientes
de los problemas
El
estudio «Infancia confinada» analiza cómo han vivido la situación del encierro
los niños y adolescentes, quienes recuerdan que ellos también forman parte de
la sociedad por lo que sus necesidades y reclamos no deberían pasarse por alto
«Me
preocupa que mis padres no tengan suficiente dinero para pasar esto, que se
queden sin trabajo y no poder ver durante mucho tiempo a mis abuelos, a mi
padre y a mis amigos porque los quiero muchísimo». «Hay muchos niños más pequeños que yo (vecinos/
primos) que parecen agobiados y con ganas de hacer actividades con movimiento,
quisiera que pudieran salir al menos para dar un leve paseo, se qué puede ser
malo por peligro de contagio, pero al menos que vean la luz del sol de la calle
y respirar aire para no agobiarse tanto y pasar la cuarentena mucho mejor».
«Los profesores están considerando que poner deberes es crear una buena rutina
pero en realidad lo que crea es estrés entre que hay fechas límites y las
páginas donde los ponen no van bien, es un desastre». Estas son algunas de las
opiniones expresadas por niños y niñas españoles durante el confinamiento. Y
demuestran que no
son tontos, que saben perfectamente lo que está suponiendo la pandemia del
coronavirus, de sus consecuencias económicas o del estrés que suponen los deberes. Un mundo «de locos» no solo para
los adultos. También para los más pequeños de la casa y una situación ante la que tienen mucho que
decir y quieren ser escuchados.
Así
lo refleja el informe «Infancia
confinada», elaborado por los sociólogos Iván Rodríguez y Marta Martínez,
junto a la abogada especializada en infancia y adolescencia Gabriela Velásquez. El estudio
se ha realizado con el apoyo de Enclave de Evaluación y Enfoque de Derechos
Humanos y el prólogo está escrito por Luis Pedernera, presidente del Comité de los
Derechos del Niño de Naciones Unidas.
«Los niños se enteran de todo.
Son conscientes de lo que pasa y es algo de lo que la sociedad no se da
cuenta», recuerda Gabriela Velásquez. «De hecho, han expresado sus propias
críticas sobre lo que está pasando -continua-. También sus preocupaciones más
allá de su propia familia». En definitiva, el coronavirus les ha hecho
reivindicar a todos los sectores (político, social, etc.) «una responsabilidad
solidaria con las generaciones presentes y futuras».
Quieren
ser escuchados
El
informe da voz a los menores de 18 años. Precisamente la infancia ha sido una de las grandes
protagonistas, especialmente en las últimas semanas, y a la vez una gran olvidada. Mientras que algunos
expertos defendían la necesidad de su
salida,
otros, como el Gobierno, los tachaba de ser « vectores de enfermedad», algo que no es cierto, y se
resistía a dejarlos sin salir. Algo que cambió el pasado 26 de
abril tras cierta polémica.
«No puede haber políticas sociales sin tener en
cuenta a la infancia porque son temas que les afectan»,
subraya la experta. Cabe recordar, sin ir más lejos, la Convención sobre los Derechos del Niño.
«Todo ello muestra ese reclamo de los menores a que se les escuche, ya que
ellos forman parte también de esta sociedad, tienen conciencia de lo que
sucede, capacidad crítica y solo piden ser escuchados porque tienen mucho que
decir», añade Velásquez.
El
informe recoge cómo los
niños y adolescentes dirigen sus demandas de forma hacia diferentes actores
sociales: sociedad en su conjunto (42%), Gobierno (21%),
familias (19%) y centros educativos (17,65%). Y todo ello bajo un mensaje
común: que ellas y ellos también están siendo afectados por el confinamiento,
que debemos escucharlos y tomarlos en cuenta y considerarles en este escenario.
El
estudio, realizado entre 425 menores entre el 21 de marzo y el 7 de abril,
asegura que «las niñas, niños y
adolescentes han sido grandes sostenedores de esta pandemia en el ámbito
privado». Sin embargo, han sido llamados a «'aguantar, resistir y portarse bien' por parte
de los portavoces políticos».
Ellos
también han acatado el confinamiento porque
consideran que es una medida necesaria para evitar el contagio (94%). Y son
conscientes de lo que les supone estar encerrados: aunque es por el bien de
todos, se trata de una privación
de libertad. Especialmente son las chicas mayores de 13 años
las que identifican de manera más agudizada las restricciones que el
confinamiento conlleva, según el estudio.
Las
condiciones de habitabilidad han influido -y mucho- en cómo han llevado el
encierro los menores. Solo
4 de cada 10 niños encuestados disponía de terraza o patio y el aburrimiento,
el principal sentimiento perturbador producido por el confinamiento (61,6%),
no era igual para unos que para otros: los que dicen haberse sentido «aburridos
todos los días» sin disponer de una terraza o un patio es del 31,6%, mientras
que esta cifra se reduce en 8 puntos entre quienes sí disponían de este
espacio (23,2%). Así no es de extrañar que los menores aseguren que están «en una cárcel» pero «en casa».
Los
abuelos: un pilar fundamental
A su
vez, un 36,7% reconoce estar
preocupado por la situación. Y la enfermedad es el
principal motivo que genera dicho sentimiento. De hecho, algo más de 83 de
cada 100 niños consultados señala el hecho de que alguien de su familia pueda
enfermar o morir por culpa del coronavirus como algo muy preocupante, seguido
de que sus
abuelos y otras personas mayores tengan que pasar el confinamiento solos
(64,9%). «Mi padre sigue yendo a trabajar todos los días a la fábrica y me da
miedo q se contagie» o «A veces me siento estresada y estoy preocupada porque
mi abuela se murió (hace años ya) y mi abuelo está solo (no tiene compañía
en este tiempo)» son algunos de los testimonios manifestados por los niños. De
hecho, no ver, tener cerca o ayudar a
sus abuelos es algo que echan mucho de menos.
«La relación abuelos-nietos es muy importante. Y,
durante el confinamiento, hemos comprobado que los mayores no vivían en la
misma casa que los menores. Por tanto, esa lejanía hace que se amplíe también
la preocupación hacia ellos», comenta la experta. Dicha preocupación, a medida
que fue pasando el tiempo, generó miedo y tristeza entre los niños, asegura
Velásquez.
La
tercera gran preocupación de los menores es «que haya personas en mi familia
que pierdan su trabajo» (43.9%). Niños y adolescentes no son ajenos a las
consecuencias de la pandemia. El informe señala que «la economía familiar y
su posible deterioro es un motivo de preocupación muy evidente que, además,
parece estar conectado con un deterioro de la satisfacción vital de niñas y niños». Especialmente las chicas porque «tienen más solidaridad en su discurso»,
puntualiza la experta.
Conscientes
de los problemas
Otra
de las situaciones que afectan a los menores son los deberes. «Las tareas
escolares están desempeñando un triste papel estresor para estos niños y niñas, que muy
probablemente se están enfrentando a ellas con menos medios familiares y
recursos personales, además de menor disponibilidad por parte de sus padres y
madres para acompañarlos en su realización: el 45% de estos niños y niñas declara no
conseguir acabarlas», recoge el estudio. «Apenas duermo por
falta de moverme y el ejercicio que hago no me es suficiente y me estreso mucho
con los deberes porque han adelantado temario sin explicarlo», manifiesta una
las encuestadas. «Que los profesores no manden tantas tareas. Para mi que la
palabra cuarentena para los maestros significa cuarenta tareas al día»,
asegura otra.
Entre
los aspectos positivos del encierro, los menores apuntan a una mejora de la relación con sus progenitores.
La mayoría (84,8%) está totalmente de acuerdo con que sus padres están con
ellos el tiempo que les gustaría y saben que pueden hablar con sus padres si
lo necesitan. Por último, sueñan principalmente con que todo esto se acabe
(56,44%).
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