JOSÉ PADILLA | La Mente es Maravillosa | 25/03/2022
A pesar de todos los cambios por los que atravesamos, tenemos siempre la convicción y la sensación de que hay algo que se mantiene, que es siempre reconocible. ¿Es esa nuestra esencia? ¿Qué es la esencia de una persona?
Vivimos
en un mundo cambiante, donde cada día nos tenemos que enfrentar a nuevos
desafíos. Aunque la rutina pueda hacernos
creer que todos los días son iguales, en realidad cada día es diferente al
anterior. La realidad muta, y nosotros también. Entonces, ¿por qué nos tenemos
una sensación de cambio menor que la que en realidad existe?
Es precisamente esta percepción de inmutabilidad y permanencia la que en buena medida nos induce esta sensación de permanencia. ¿Qué es exactamente esta esencia? ¿Nacemos con ella o la construimos? Si nacemos con ella, ¿estamos determinados a ser como somos? Si es una construcción, ¿cómo la edificamos?
¿Qué es la esencia?
Entendemos por
“esencia de una persona” al conjunto de cualidades, rasgos
o características que hace que una persona sea lo que es. La esencia
es invariable o prácticamente invariable, puesto que si variase, la persona ya
no sería la misma tal como se reconoce y como es reconocida.
Este concepto lo podemos equiparar al de identidad, el cual es comprendido como conjunto de creencias, patrones conductuales y modos de sentir que nos hacen ser lo que somos y nos diferencian de las demás personas. Esta identidad deviene como una construcción que nos proporciona un sentido de permanencia y singularidad.
Pero, ¿qué sustenta
este sentido de permanencia?, ¿nuestra contextura física o nuestros rasgos
psicológicos? Veamos. Hemos partido del supuesto de que la esencia es lo constante, lo que permanece en la persona. ¿Es
nuestra morfología invariable? La experiencia empírica nos demuestra cada día
que no. Con el paso del tiempo, nuestro cuerpo cambia y envejece. Así que este
sentido de permanencia no viene de nuestra biología.
¿Son las características de nuestros rasgos psicológicos
la base para este sentido de permanencia? Tampoco. Nuestros pensamientos
cambian, las formas de sentir y experimentar el mundo varían de un momento a
otro.
En ningún plano, y tampoco en el psicológico, somos
iguales a los 5 años y a los 20 años. El desarrollo cognitivo
y afectivo fluctúan de una etapa a otra de la vida. Así que, psicológicamente,
no somos iguales siempre. Hay variaciones, aunque sean leves. Por lo tanto,
nuestra percepción de permanencia no viene de la experiencia directa de
nuestros rasgos psicológicos.
Entonces, si todo cambia: mente y cuerpo, ¿de dónde procede este sentido de permanencia? De la convicción de que no cambiamos y del sesgo de confirmación que nos lleva a buscar información que confirma dicha concepción. Esta creencia es la que parece mantenerse inmutable, pero no porque en esencia lo sea, sino porque nos resistimos a cambiarla y al cambio en sí mismo.
Cuando todo cambia y la persona no, podemos afirmar que no es que la persona en sí misma no cambie, sino más bien que se resiste a hacerlo. Esto no debe extrañarnos, todos lo hacemos porque la idea de inmutabilidad que hemos asociado a la identidad nos proporciona la seguridad de ser alguien. Si yo cambio constantemente, entonces ¿quién soy ahora? Es mejor evitar la angustia de no saberlo y sentir la seguridad de que realmente soy algo.
La esencia: ¿nace o se hace?
¿Venimos al mundo predefinidos por una esencia que determina lo que somos por el resto de nuestra vida o construimos esa esencia? Desde una postura existencial y psicológica, podemos decir que toda esencia se construye a partir de la existencia. En palabras de Jean Paul Sartre, la existencia precede a la esencia. Primero existimos, luego somos. No venimos a este mundo preconfigurados, nos configuramos en él.
Entonces, primero
existimos, es decir, emergemos al mundo, aparecemos y entramos en escena en una
estructura social establecida, y luego nos definimos a nosotros mismos: “soy un
doctor”, “soy padre de familia”, “soy una persona carismática”. Así pues, no nacemos siendo ya lo que somos, nos hacemos al relacionarnos
con el mundo y los demás.
Ahora bien, ya tenemos claro que la esencia se hace,
se construye. Pero, ¿cómo? Para ello, vamos a centrarnos en una explicación
biopsicosocial, en la que entenderemos que la construcción de la esencia de una
persona se hace a partir de la interdependencia o interrelaciones de varios
factores: el biológico, el psicológico y el social.
Construcción biopsicosocial de la esencia de una persona
Nuestra biología es una parte importante de lo que
somos. Los genes juegan un
papel relevante en nuestra personalidad. Así, una parte de nuestra esencia
depende de la herencia genética de nuestros padres. Pero no hay
que entender esta influencia como determinante, sino como probabilística.
Tenemos una predisposición que puede o no activarse dependiendo del entorno.
El factor psicológico desempeña otro papel
importante en la construcción de la esencia. Lo que pensamos, lo que
creemos, la manera de sentir y de emocionarnos en el mundo va configurando un
patrón cognitivo, conductual y afectivo de relacionarnos y de ser.
A nivel cognitivo, las narraciones que
construimos sobre lo que nos sucede y sobre nosotros mismos dan pie a una
consolidación de dicha esencia. A través de estas narraciones, mantenemos una
historia coherente que refuerza lo que somos.
Estos dos
factores se despliegan dentro de un contexto particular, dentro de una
estructura social en la que no solo intervienen variables socioeconómicas o
políticas, sino también familiares.
La crianza que nos dan nuestros padres o familiares son un elemento clave en lo que somos y en la activación de nuestras predisposiciones genéticas. El ambiente instaura un ideal de ser para nosotros, lo refuerza, lo moldea, lo define de acuerdo con sus propias expectativas.
La esencia y el cambio
Si queremos definir la esencia de una persona o del
ser humano en general, podemos aventurarnos a decir
que es el cambio y la interacción de lo biológico, lo social y lo psicológico. Aunque
tengamos la impresión de que no cambiamos o nos resistamos a él para seguir
reafirmando lo que creemos ser, no implica que no seamos un continuo cambio, un
devenir constante.
Si bien cierto,
que hay elementos más estables que otros en nuestra dimensión humana, como la
genética o el ADN, no debemos tomar por sentado, entonces, que somos
inmutables, porque, recordemos, un solo factor no hace la esencia, sino la
interrelaciones de ellos.
¿Cuál crees que
es tu esencia como persona? ¿Qué variables biológicas, psicológicas y sociales
consideras que te han hecho ser lo que eres?
No hay comentarios:
Publicar un comentario