Valeria Sabater.
| La Mente es
Maravillosa | 06/06/2023
El síndrome de Marilyn Monroe define a esas
personas a las que todo el mundo ama, pero a las que nadie se molesta en
conocer en profundidad. Son perfiles rotos por la soledad, como lo fue la propia Norma Jean. Esa mujer en su eterno papel de “rubia
ingenua” pero que en realidad, tenía un reverso más profundo, reflexivo y
autoexigente que muy pocos conocían.
No queremos entrar aquí en cómo fue el final de la diva por excelencia del
mundo del cine. Se ha escrito mucho sobre ello. Libros recientes como “”Marilyn Monroe: A
case for Murder”, de los periodistas Richard Buskin y Jay Margoli, ya nos dan
una pista sobre el tema. Ahora bien, lo que nos interesa en esta ocasión es ese
perfil psicológico que caracterizó a la propia Marilyn y cuya esencia, ha dado
forma a un síndrome que lleva su nombre.
“Vida, soy de tus dos direcciones y de algún
modo, permaneciendo siempre colgada hacia abajo”.- Poemas de Marilyn
Monroe-
En el libro “The Marilyn Syndrome” la doctora
Elizabeth Macavoy nos explica que antes de fallecer, ella ya había muerto de
vacío y soledad. Más allá del glamour, de los focos y de aquel Happy Birthday Mr. President que le dedicó con
descaro a John F. Kennedy, existía una mujer fragmentada desde
hacía mucho. Alguien que había entendido que la felicidad era eso que todo el
mundo esperaba ver en las películas de Hollywood, pero que en la realidad (su
realidad) lo único que existía era el egoísmo y la falsedad
El
síndrome de Marilyn Monroe ¿qué es exactamente?
El síndrome de Marilyn Monroe se está dando en la actualidad con mucha frecuencia. Aparece en aquellas personas, actores, cantantes y perfiles en general que gozan de cierto éxito social y que suelen eclipsar a los demás por su encanto, su belleza o su destreza en alguna actividad.
Todos los quieren, todos los adoran y desean acercarse a ellos, ser parte
de ellos… Pero en realidad, la mayoría de las veces son meros instrumentos, muñecas y muñecos
que otros manejan a su antojo para escalar socialmente y potenciar
su imagen, al tener cerca a ese ser “deslumbrante” que todos admiran. Asimismo,
la “persona objeto” no es consciente de que lo es en un inicio, porque ser el
centro de atención de todos los universos es casi adictivo, es reconfortante y
muy placentero, sobre todo cuando uno tiene la autoestima muy frágil y bajo mínimos.
Así, y en el caso de Marilyn, toda esa vorágine resultó muy catártica tras
una infancia traumática y una adolescencia precipitada que derivó en
matrimonios muy tempranos. Sin embargo, poco a poco se fue dando cuenta de
algo. Para sobrevivir en aquel escenario de cámaras, productores y
directores de cine debía crear un papel de mujer tremendamente ingenua,
despreocupada y siempre radiante. Esa era la imagen que todos querían, la que
vendía entradas, la que enamoraba a todos por igual.
Norma Jean construyó su papel a la perfección
y sin embargo, nadie le dio un Óscar por interpretar de forma
magistral ese papel llamado Marilyn Monroe. Pocos sabían que se vio obligada a
rebajar de forma continua su nivel intelectual para sobrevivir en Hollywood y para
hacer de su ingenuidad su clave del éxito; cuidando al máximo ese tono de voz
infantil con el que seducir, dando forma a una mujer que apenas se parecía a
ella…
El
síndrome de Marilyn Monroe o la autoestima perdida
El peligro de crear un papel para conseguir admiración y ser siempre ese centro de atención y de deseo permanente es que la propia identidad se acaba marchitando. Arthur Miller, el último marido de Marilyn, dijo de ella que era como “Jekyll y Mr. Hyde”. Miller fue tal vez de las pocas personas que sí llegaron a conocer ese otro lado de Norma Jean, la mujer taciturna, solitaria y reflexiva que disfrutaba escribiendo poemas.
De ella decía que “tenía instinto para la poesía” y que había sido una
mujer hábil a la hora de llegar hasta donde lo había hecho. Sin embargo, y
según decía el propio Arthur Miller, le faltaba cinismo, le faltaba tener los pies en el suelo. Puede que fuera así, pero de lo que en realidad
carecía Marilyn era de una buena autoestima.
“Soy fuerte como una telaraña al viento, cubierta por una
escarcha fría, resplandeciente”.- Poemas de Marilyn Monroe -
No obstante, aquellos no eran buenos tiempos, todo hay que decirlo. La
testosterona y el machismo imperaban en el mundo del cine. Aunque la
propia Marilyn intentó crear su propia productora (Marilyn Monroe
Productions), tal osadía le fue duramente recriminada y
considerada como un desafío a las industrias del cine. Así que rendida, volvió
dócilmente a su papel de mujer ingenua.
El síndrome de Marilyn Monroe nos dice que interpretar un papel para poder
sobrevivir y ser amados por otros, tiene un alto precio. Puede que no lo
percibamos hoy, puede que en la actualidad quedemos deslumbrados, extasiados
por todos esos refuerzos positivos que alimentan nuestra autoestima. Sin
embargo, lejos de alimentar nuestro amor propio lo que estamos haciendo es
envenenarlo.
La aprobación social y el éxito no siempre dan
la felicidad, gran parte de las veces nos deja vacíos y nos
desgaja lenta e irremediablemente.
El síndrome de Marilyn Monroe se está dando en la actualidad con mucha frecuencia. Aparece en aquellas personas, actores, cantantes y perfiles en general que gozan de cierto éxito social y que suelen eclipsar a los demás por su encanto, su belleza o su destreza en alguna actividad.
El peligro de crear un papel para conseguir admiración y ser siempre ese centro de atención y de deseo permanente es que la propia identidad se acaba marchitando. Arthur Miller, el último marido de Marilyn, dijo de ella que era como “Jekyll y Mr. Hyde”. Miller fue tal vez de las pocas personas que sí llegaron a conocer ese otro lado de Norma Jean, la mujer taciturna, solitaria y reflexiva que disfrutaba escribiendo poemas.
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