La
enfermedad mental, nunca bien atendida, sufre ahora el rigor económico
Los
afectados se quejan de abandono institucional
El
desmantelamiento de la red de salud mental hace que estos enfermos recaigan más
o dejen de tomar la medicación / GETTY
La tijera amenaza la implementación del modelo comunitario, en el que el
paciente es atendido por un equipo multidisciplinar (psiquiatras, psicólogos,
asistentes sociales, enfermeras), y con prestaciones terapéuticas,
psicoterapéuticas y rehabilitadoras individualizadas, bien en centros u
hospitales de día o en el domicilio. La red estaba desarrollada de manera
desigual en las comunidades autónomas y los recortes también son distintos. No
hay datos que puedan cuantificar ni lo uno ni lo otro. “Es imposible saber la
relación de camas por habitante o de psiquiatras por enfermo”, se queja Eudoxia
Gay, presidenta de la “Asociación Española de Neuropsiquia-tría” (AEN).
Los
enfermos, las organizaciones de familiares y de profesionales relacionados con
la salud mental alertan, a falta de datos cuantificables, de lo que perciben en
las consultas, en los servicios hospitalarios en los que trabajan o en sus
casas. Hay merma de recursos, se despide personal eventual de las unidades de
salud mental, hay menos camas, se reducen las subvenciones para asociaciones,
se paraliza la investigación. En este sentido, Jerónimo Sáiz, presidente de la
Fundación Española de Psiquiatría, señala que “las camas son el punto crítico”.
“Las unidades de media y larga estancia en los hospitales generales tienen
necesidades no cubiertas”, asegura el también jefe del Servicio de Psiquiatría
del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid.
Las
consecuencias son graves, apuntan los expertos, en la calidad de vida de los
enfermos y, por extensión, de su entorno. El estigma hace que la enfermedad
mental sea prácticamente invisible, pero la “Sociedad
Española de Psiquiatría” (SEP) estima, a partir de los datos de
la Organización Mundial de Salud, que entre un 3% y un 4% de la población
padece enfermedades mentales graves (esquizofrenia, trastorno bipolar y de la
personalidad).
La crisis
resquebraja el modelo de atención comunitaria que ni siquiera “había terminado
de desarrollarse”, según Gay. El presidente de Feafes, José María Sánchez,
denuncia que otros recortes están afectando negativamente al tratamiento de la
enfermedad mental. Así, Sánchez señala que el copago farmacéutico, la exclusión
de los inmigrantes del sistema nacional de salud y los recortes en dependencia
ahondan los problemas del colectivo. Si bien, los avances han ido acabando con
aquellos centros.
“La Ley de Dependencia desde el inicio ignoró en gran medida
al enfermo psiquiátrico grave. Por ejemplo, a la esquizofrenia. Estaba poco
puntuada y los pacientes recibían pocas ayudas”, recalca Miguel Gutiérrez,
presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría. En este sentido, el doctor
Sáiz señala que “algunas enfermedades mentales son invalidantes, con tendencia
a recaer e incluso limitan el autocuidado.
El fin del
modelo asilar previo a la reforma de 1986, en el que había mezcla de pacientes
de diferentes edades y patologías en distintos grados en un solo centro,
normalmente apartado de las ciudades, debía dar paso a una red de estructuras
asistenciales, desde la unidad de salud mental en el hospital, hasta centros de
día, atención domiciliaria o programas más avanzados como el
asertivo-comunitario (basado en un seguimiento estrecho del médico, que busca
al paciente y no al revés). El desmantelamiento de esta red dejándola en lo
básico (las unidades hospitalarias) provoca que los enfermos recaigan con más
frecuencia, a veces dejan la medicación y, en definitiva, acuden más a
urgencias y aumenta el gasto sanitario, apunta el presidente de Feafes. “Se
rompe el tratamiento continuado”, alerta Sánchez.
El rechazo
social que sufren los enfermos mentales y sus familias es muy fuerte, dicen los
afectados, tanto que en muchas ocasiones el silencio es autoimpuesto. Por eso,
dice el doctor Sáiz, “es un colectivo poco reivindicativo e invisible”.
Normalmente son las familias las que se asocian para intercambiar información y
darse apoyo entre ellas. Pero la virulencia de los recortes lo ha hecho emerger
a la esfera pública. “No podemos consentir que nos digan que no hay camas, ni
pisos tutelados o que las listas de espera se alarguen tanto”, se enoja Cuevas.
Las organizaciones familiares también han sufrido los recortes
Las
asociaciones de familiares y usuarios, que en ocasiones prestan servicios de
apoyo allí donde la Administración no llega, también padecen la tijera
presupuestaria. Bien lo saben en Valencia. “Se ha recortado drásticamente la
atención a la recuperación y rehabilitación que se venía dando de forma casi
totalmente privada por las asociaciones de familiares con ayudas parcialmente
subvencionadas por Bienestar Social”, alerta Julián Marcelo, miembro de ASIEM.
“Por falta de financiación no pueden ni sostenerse las ya escasas plazas de
centros de media estancia, de centros de rehabilitación y centros de día. Sin
hablar de los prácticamente desaparecidos programas de capacitación u
orientación, incluso de los financiados con fondos europeos”, añade.
Nota.- El
artículo de prensa es más largo. Si alguien desea leerlo entero lo puede
encontrar en EL PAIS del día 08/04/2013.
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