VALERIA
SABATER | La Mente es Maravillosa |
18/04/2020
La ternura del corazón, la base
de la preocupación empática
En momentos de dificultad necesitamos una conexión
emocional profunda
La ternura de corazón, siempre tan necesaria
Tiempos duros, corazones valientes
La
ternura es el lenguaje de la bondad y la conexión emocional. En tiempos duros,
actúa como ese corazón que sabe ser hogar. También, como ese acto altruista
guiado por el cariño capaz de generar cambios, de ser una ayuda
auténtica, a la vez que útil.
En
tiempos duros, la ternura del corazón es más necesaria que nunca.
Si Charles Darwin nos señaló que las especies que sobreviven no son las más
fuertes ni las más rápidas ni las más inteligentes, sino aquellas que mejor se
adaptan a los cambios, le faltó añadir un pequeño aspecto. Nos referimos, cómo
no, a la bondad, a la ternura, a la capacidad de servir de ayuda y apoyo al
grupo social.
Más
allá de lo que podamos pensar, estas dimensiones son las que más revierten en
nuestra supervivencia. La ternura, comprende un crisol emocional
inmenso. En ella cabe la empatía, la cercanía, la
capacidad de sentir y ofrecer un afecto altruista al conectar con algo o
alguien. El corazón que experimenta todas estas sensaciones trasciende más allá
de la línea del egoísmo para ser de ayuda a los demás.
Ternura
es cariño puro y gratuito envuelto en delicadeza.
La misma que puede definir a cualquier profesional en su labor cotidiana: al
médico, a la enfermera, al auxiliar que atiende a los ancianos, al psicólogo,
al maestro… También al padre que cuida de sus hijos, al amigo que se preocupa
de sus amigos y al desconocido que en un momento dado decide visibilizar al
invisible y servir de apoyo.
Como
bien decía Nicolás de Maquiavelo, las grandes dificultades son más livianas
cuando abunda la buena voluntad. Si impera la
ternura, ganamos todos.
La ternura del corazón, la base
de la preocupación empática
La Universidad de
Groninga, en Amsterdam, Países Bajos, llevó
a cabo una investigación en el 2012 muy interesante a la
vez que ilustrativa. Decimos esto porque hasta no hace mucho, la ternura era una de esas emociones descuidadas por el campo
de la psicología. Así lo explica uno de los grandes entendidos en
esta materia, como es Paul Eckman.
Para este pionero
en el estudio de las emociones,
dicha dimensión es la que confiere calidad a nuestros vínculos. Sin embargo, en
el estudio que realizó el departamento de psicología social de esta
universidad, destacan que la ternura de
corazón es una pieza esencial en lo que conocemos como preocupación empática. Veamos
en qué consiste.
En momentos de dificultad necesitamos una conexión
emocional profunda
Cuando uno
atraviesa por momentos complicados, hay un tipo de ayuda que
valoramos más que cualquier otra. Es aquella
que nace del corazón, la que es espontánea, la que se preocupa de verdad y que
logra arroparnos desde el afecto. Hay en cambio quien solo presta una ayuda
«instrumental», quien nos hace el favor solo porque toca, porque es la
obligación o porque solo busca quedar bien.
En el estudio
referenciado evaluaron precisamente la preocupación empática para entender qué
dimensiones la conformaban. Algo que pudo verse es que en ella hay conexión emocional profunda.
Hay una ternura de corazón capaz de vincularse de manera significativa con
quien sufre, con quien necesita apoyo o ayuda. Es
una respuesta emocional en la que confluye la compasión, la
simpatía y el afecto.
La ternura de corazón, siempre tan necesaria
La
ternura de corazón no solo favorece el comportamiento prosocial. Tal y como
señalábamos al inicio, es un promotor de la supervivencia grupal, del bienestar
y también de la felicidad.
En el universo
emocional, la ternura es la que identifica al vulnerable sintiendo un deseo
activo por servir de apoyo, por ser un
refugio seguro donde el otro pueda guarecerse, hallar equilibrio y refuerzo a
sus necesidades.
Quien se permite
cultivar la ternura, jamás se cansa de cuidar a los suyos, de hablar ese
lenguaje que tanto revierte en las relaciones de pareja,
que tanto nutre los vínculos con los hijos e incluso con los amigos. Ser
tierno, al fin y al cabo, no es ser débil.
Es ser lo bastante valiente como para ir más allá de uno mismo y llegar al otro
de manera activa, tanto en actos como en sentimientos.
Tiempos duros, corazones valientes
En tiempos duros
necesitamos corazones valientes. Necesitamos
mentes claras que sepan intuir necesidades y corazones tiernos capaces de
romper el molde del egocentrismo para crear anclas, puentes y lazos entre las
personas. Algo así solo se puede dar desde el cariño, desde ese material en el
que se integra la compasión, el efecto y la responsabilidad personal hacia el
otro sintiéndolo a su vez, como parte de un mismo.
En días
complicados necesitamos personas que sumen y no que resten,
figuras altruistas y llenas de coraje que saben transmitir comprensión, que
saben ser hogar cuando fuera hace frío y otros se sienten perdidos. Todos estos
comportamientos a su vez, revierten también en uno mismo.
Como bien decía
Platón, buscando el bien de nuestros semejantes, al final, encontramos el
nuestro. De eso se trata, de practicar cada día el sentido
de la palabra humanidad; es decir,
la capacidad de sentir afecto, comprensión y solidaridad hacia los demás. Solo
así, seguiremos avanzando como especie, solo así esculpiremos las bases de un
auténtico progreso… basado en la armonía y el afecto.
Tengámoslo en
cuenta.
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