ROCÍO NAVARRO MACÍAS | La Vanguardia | 24/01/2021
Establecer límites es una de las parcelas más importantes
en el proceso de crianza. Estas pautas son fundamentales para que los pequeños
se integren socialmente y suponen un factor esencial en el ámbito de su
cuidado. “Una educación carente de límites puede tener
consecuencias negativas
en su propio desarrollo personal y psicosocial. Basta con imaginarse a un niño
que no sepa respetar la propiedad ajena o tolerar un no como respuesta”,
explica Abel Domínguez, psicólogo infantil y director de Domínguez Psicólogos.
No obstante, sentar las normas de forma efectiva no suele ser tarea fácil.
La importancia de estas restricciones reside en que los
menores aprendan las normas del juego para vivir en sociedad y mantengan su
seguridad. “Las normas y los límites no anulan, simplemente ayudan a adquirir autocontrol, algo necesario en la vida. Les
estamos diciendo a los menores qué se puede hacer y qué no”, comenta Silvia
Álava, psicóloga educativa.
Una falta de claridad ante el objetivo de las mismas, la
falta de firmeza o una mala asociación de los límites
con el castigo suelen ser los motivos de que se establezcan de forma
poco satisfactoria o saludable. Sin embargo, basta con identificar estos
aspectos y aprender las pautas para que el establecimiento de los límites sea
efectivo y provechoso. Estas son algunas de las herramientas para asentarlos
con éxito.
Marcar los propios límites
En muchas ocasiones, el establecimiento de los límites
falla porque los adultos no saben aplicarlos en su propia vida. “Los padres
también tenemos problemas en este aspecto, por ejemplo, en el trabajo. De
alguna forma, dar una negativa como respuesta genera rechazo en los demás, o
eso es lo que pensamos”, comparte el psicólogo.
Vencer la necesidad de agradar y la frustración que pueda
generar en los otros una negativa son aspectos que ayudan a mantener el
bienestar psicológico y emocional, así como un paso esencial para proponer
reglas en el entorno familiar.
Autoridad sin autoritarismo
Sin embargo, marcar normas o reglas en la vida de los
pequeños, no se relaciona con un paradigma autoritario. “Es importante que los
padres dispongan de herramientas más allá de ‘porque yo lo mando’. En el
momento en el que caemos en el autoritarismo a la hora de poner límites,
perdemos autoridad, ya que ésta realmente es algo que otorgan los demás”,
indica Domínguez.
La actitud debe ser firme, coherente con la forma de
actuar del adulto, y comunicarlo siempre en positivo. “Para que el niño aprenda nunca
es necesario ni hacerle sentir mal ni insultar. Por ejemplo, si nos ha faltado
al respeto podemos comentarle: ‘Espérate un ratito a que se me pase, porque me
has hecho sentir mal’. Pero en ningún momento hay que castigarlo”, explica la
especialista.
Mejorar la educación emocional
Otro de los aspectos que pueden interponerse a la hora de
ganarnos la autoridad de los niños y poner límites es una deficiente educación
emocional. “Los padres y adultos debemos avanzar en la gestión de emociones
incómodas, ya que la alegría y el disfrute los gestionamos estupendamente. Pero
cuando se trata de gestionar límites ajenos que desencadenan frustración,
tristeza, … es más complicado”, advierte Domínguez.
Los adultos son modelos para los pequeños y aprenden a
través del ejemplo. Por ello, cómo empaticemos con su frustración o cómo nos vean gestionar
nuestra propia frustración va a determinar la forma en que acojan los límites
propuestos. Es importante no reaccionar con gritos ni enfados ante el rechazo
del menor a la norma. La paciencia, el cariño y la asertividad son las capacidades a
desarrollar ante estas circunstancias.
Evitar la culpa
La conciliación es todavía una cuestión a desarrollar en
la sociedad actual. Multitud de padres y madres se ven cada día inmersos en
jornadas de trabajo poco compatibles con la vida familiar. “Cuando los
progenitores llegan del trabajo tarde, después de una jornada larga y disponen
de muy poco tiempo para ver a sus hijos, no suelen afrontar la, en ocasiones,
frustrante labor de poner límites”, reflexiona el psicólogo.
Asimismo, esa carencia de tiempo para compartir, puede
desencadenar en culpa y derivar en comportamientos condescendientes con los más
pequeños. En estos casos, la tarea de los límites suele recaer sobre los
cuidadores, abuelos, o escuelas, pero esto no debe sustituir el papel regulador
de los adultos. En estos casos, cuando tanto padres como hijos se encuentran
cansados, aplicar el humor puede ayudar a que los pequeños se ciñan a lo
establecido.
Hacerles partícipes
Para que los niños entiendan el papel y la utilidad de
las normas es importante hacerles partícipes de ellas. “Cada norma debe ir
ligada a un para qué. Si no, perderían su sentido y se haría difícil
cumplirlas. Explicarles su utilidad es una gran forma de que entiendan que no
se puede hacer siempre lo que nos apetece.”, describe Domínguez.
Ellos pueden colaborar en el establecimiento de algunas
reglas aplicables a toda la familia. El contexto de la pandemia es
un recurso útil para que comprendan cómo puede ser difícil acatar ciertos
límites, pero son esenciales para que la sociedad funcione e incluso ayudan a
salvar vidas.
Crear tablas de rutinas
Evitar las luchas diarias relacionadas con el juego
antes de ir a la cama o con el aseo beneficia a la salud mental de toda la
familia. Una técnica que ayuda a poner orden en torno a estos temas son las
tablas de rutinas.
“Podemos colocar
las actividades que se lleven a cabo en el día a día de tal forma que no haga
falta negociar todas las tardes o mañanas los quehaceres de cada uno. De esa
forma estamos también dulcificando el límite a través del hábito”, propone el
especialista en psicología infantil.
Fomentar la empatía
Cuando los niños superan los seis o siete años son
capaces de sentir empatía. Se puede fomentar esta capacidad y, de paso,
contribuir en el establecimiento de normas, invitándoles a ponerse en el lugar
de los adultos.
“Podemos preguntarles qué harían en nuestro lugar ante
una determinada situación; es una oportunidad de que se pongan en el lugar del
otro y desarrollen la capacidad de poner límites a los demás. Por ejemplo,
haciendo que sus compañeros respeten el material escolar que llevan al colegio
o sus alimentos”, explica Domínguez.
Evitar la frustración con alternativas
La frustración de los niños ante los límites es uno
de los aspectos más difíciles de
tolerar.
Rabietas, llantos o enfados suelen ser las consecuencias más comunes en los
pequeños que aún no han desarrollado la capacidad para gestionarla.
“En el momento que ven más allá del no, es más fácil que
superen la desilusión que genera lo que no pueden hacer en un determinado
momento. Ayudar a los menores a ver alternativas es la piedra angular del
manejo de límites en la psicología positiva”, comparte el psicólogo.
Explicar las consecuencias
Además de explicar el motivo por el cual se fija un
límite, los niños han de entender que pasarlo por alto tiene consecuencias.
“Deben estar previamente dialogadas y pactadas”, sugiere el psicólogo, que lo
encuentra especialmente útil con los adolescentes. Por su parte, Álava insiste
en la necesidad de argumentarlas con ellos. “Ordenar como adultos no funciona,
hay que hablar siempre desde el razonamiento”, concluye.
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