VALERIA SABATER | La Mente es maravillosa | 17/04/2021
Cuidado con las personas intransigentes, te harán perder la calma y confrontarán todo lo que les digas. Por norma, su rigidez les impide tener en cuenta opiniones y puntos de vista que difieren de los que sostienen en un principio.
Terquedad, cabezonería… Podríamos
definir a las personas intransigentes de muchas maneras, y quizá en la mayoría
de ellas las catalogaríamos de mentes cerradas. Resulta
muy complicado convivir e incluso compartir espacios con quien se aferra por
norma a su propio punto de vista y es incapaz de escuchar o
tener en cuenta a los demás.
¿Estamos
ante una enfermedad? Evidentemente, no. ¿Se trata de algún trastorno mental?
Tampoco. Al fin y al cabo, no podemos etiquetar como condiciones clínicas a
simples rasgos de personalidad.
Hay
formas de ser, de concebir el mundo y de comportarse que pueden ser
problemáticas y es aquí donde reside el desafío de siempre, en la dificultad de
hacer vida con quien tiene un carácter con muchas esquinas.
Lo curioso es que no son demasiados los estudios sobre este tipo de perfiles; podríamos decir que hay demasiada rumorología para no tanta información. Es interesante adentrarnos en el laberinto singular de quien se definen por ese conservadurismo cognitivo tan marcado. Lo analizamos.
¿Cómo son las personas intransigentes?
Hay algo esencial que conviene
tener claro. Todos tenemos pleno derecho a mostrarnos
intransigentes con lo que no nos gusta o no sintoniza con nuestros valores.
Hacerlo con respeto y de forma asertiva forma
parte del repertorio más básico de nuestras habilidades sociales. Ahora bien,
es importante no hacer de este ejercicio defensivo una constante en la propia
conducta.
Esto último es lo que define a las personas intransigentes. Una práctica y una actitud persistente en la oposición, en el gusto por el conflicto, en la obsesión por el desagrado constante y en el arte de la cabezonería.
Por otro lado, si bien señalábamos hace un momento que no existen demasiados estudios sobre este rasgo en el ámbito de la psicología de la personalidad, sí hubo un ámbito que tuvo interés en dicha característica.
La psicología social siempre ha querido
conocer y profundizar en los procesos de resistencia al cambio (Zuwerinnk y
Devine, 1996). ¿Qué hace, por ejemplo, que una persona se niegue a modificar su
postura para llegar a un acuerdo? ¿Por qué alguien no es capaz de tener en
cuenta otros argumentos aparte de los suyos aunque sean válidos? Desde la
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España) nos dan algunas claves en uno de
sus estudios.
Características que definen a las personas intransigentes
Todos conocemos a alguien con
quien es muy difícil hablar o alcanzar acuerdos. Compañeros de trabajo, amigos,
vecinos o incluso familiares. ¿A qué se debe esa
terquedad que se combina con el egoísmo? Lo
analizamos.
·
Inflexibilidad cognitiva, definida por esa incapacidad
para cambiar de pensamiento. Esta competencia es básica para permitirnos
aprender, para mejorar al integrar nuevos conocimientos.
·
La reactancia
psicológica es otro factor de gran interés. Esta teoría
enunciada por Brehm define esas situaciones en las que se rechazan de manera
automática normas, sugerencias o afirmaciones ajenas a las propias al
interpretar estas dinámicas como desafíos a la propia libertad.
·
Las personas intransigentes siempre están alerta.
Además son muy susceptibles a los comentarios o comportamientos de los
demás. Suelen interpretar cualquier cosa como una amenaza a la
propia dignidad.
·
El conservadurismo cognitivo, por su parte, perfila a
esas mentes que se niegan a cambiar de opinión, a pensar de manera diferente.
Aún más, demuestran una clara incapacidad para actuar de manera inflexible
cuando las circunstancias demandan un cambio necesario.
·
Persistencia poco razonable en determinados
pensamientos para aumentar la sensación de control y ganar en seguridad. Es
decir, este factor aparece en esas situaciones en las que uno se aferra a sus ideas, sesgos y estereotipos porque necesita que el mundo siga
predecible. Todo aquello que sea diferente a lo que yo piense, que desafíe a mi mundo
cuadriculado, se vive como una amenaza y se reacciona ante ello.¿Cómo tratar a este perfil de personalidad?
¿Cómo convivir con quien no se
puede hablar? ¿Cómo trabajar o llegar a acuerdos con las
personas intransigentes? Parece difícil, sin embargo, ya
tenemos algo a nuestro favor: conocemos el origen de su comportamiento. Nada es
tan decisivo como saber qué hilos son los que mueven a este tipo de perfiles
tan problemáticos.
Reflexionemos
a continuación sobre una serie de estrategias que pueden ser de utilidad.
Cómo sobrevivir
con éxito a la intransigencia crónica
Para navegar en el día a día con la intransigencia crónica hace falta, en primer lugar, paciencia y calma. Si perdemos los nervios entramos de pleno en el terreno del intransigente y ahí tendremos todas las de perder.
Conviene estar siempre por encima de esta personalidad y un modo de lograrlo es teniendo ese equilibrio mental del que ellos carecen. Estas claves nos pueden ayudar.
·
Haz uso del respeto personal en todo momento. No importa cómo responda
el otro, es esencial mostrarnos respetuosos.
·
Cuando mantengas una discusión o un diálogo con estas
personas, asume que en buena parte de los casos no vas a
lograr nada. No te obsesiones por convencerlos.
·
En lugar de discutir con ellos, permite que te den
todos los argumentos posibles al respecto de aquello de lo que estéis hablando.
Por término medio, el intransigente siempre aporta
argumentos muy débiles basados solo en sus propias creencias. Tarde
o temprano será fácil contradecirlos.
·
Evita situarte a su mismo nivel. Es importante que
tengas un buen control sobre tus emociones.
·
Establece límites y fronteras. Reacciona ante las faltas de
respeto con asertividad: “por favor, te pido que no me
levantes la voz“.
·
Expón de manera sencilla los efectos que puede tener
esa conducta intransigente. Toda persona que se niega a llegar a acuerdos o a
respetar a los demás sufrirá tarde o temprano consecuencias. Es adecuado
hacérselo saber.
Para concluir, quien más y quien
menos convive con alguna personalidad tendente a este comportamiento. Al
final, aprendemos a sobrevivir en todo tipo de “fauna” comportamental y
esta no es una excepción.
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