NAHUM MONTAGUD RUBIO | Psicología y Mente | 17/10/2021
Veamos
qué es la parentificación, una problemática inversión de roles entre padres e
hijos.
Lo normal es que los
niños sean cuidados por sus padres. Entre los roles propios de los padres
encontramos ser el sostén emocional de sus hijos, trabajar, cocinar, hacer las
tareas domésticas, variables en función de cuán mayor sea el hijo.
Es cierto que los niños y
niñas deben aprender ciertas tareas del hogar y ayudar a sus padres, pero esto
debe hacerse dentro de sus posibilidades y en función de lo que es esperable
para su edad.
Sin embargo, hay casos de
niños y padres que invierten por completo sus roles, haciendo que los hijos
hagan de padres de sus propios padres, una dinámica familiar disfuncional que se la conoce como
parentificación. Descubramos de qué se trata con más detalle.
Cuando los niños ejercen
de padres
Lo normal es que los
padres ejerzan de cuidadores y que sus hijos sean cuidados por ellos. Los
padres se encargan de ser el sostén económico, emocional y educativo de su
descendencia, dándoles de comer, llevándolos a la cama, sacándolos a pasear o
abrazándolos cuando lo necesitan.
Si bien los niños y niñas
pueden ayudar un poco a sus padres, responsabilizándose de algunas tareas, lo
normal y sano es que se les dé la oportunidad de vivir la niñez sin demasiadas
responsabilidades o, al menos, no más de las que se espera para su edad.
Sin embargo, pasa que en algunas familias ocurren
situaciones y se dan las circunstancias que hacen que se dé un intercambio de
roles entre padres e hijos. Los hijos se convierten en los
padres de sus propios padres, llevando a cabo muchas o casi todas las tareas
que se esperaría que hicieran sus padres para ellos. Los niños se ven inmersos
en una situación en la que tienen que hacer de lo que no son, adultos, un
fenómeno que les puede ir muy grande y, en consecuencia, marcar su infancia y
dejar rastro cuando lleguen a la adultez.
Estos niños, de repente, se
ven obligados a convertirse en niños muy obedientes, atentos, con un sentido de
responsabilidad muy exigente para sí mismo y para los demás.
Cuando más tienen que comportarse como adultos, mayor es la pérdida de su
inocencia infantil. La niñez les es robada y, con mucha probabilidad, dará
lugar a heridas emocionales que limitarán su desarrollo personal. Estos niños
que actúan como padres son víctimas de lo que los psicólogos y psiquiatras
infantiles llaman parentificación.
¿Qué es la parentificación?
El término “parentificación”
fue acuñado por el psiquiatra húngaro-estadounidense Iván Böszörményi-Nagy, una prominente figura dentro de la terapia familiar.
Este psiquiatra observó que este fenómeno era muy común en las familias
disfuncionales, siendo un proceso inconsciente por el cual los hijos acaban
convirtiéndose en los padres de sus padres, asumiendo un grado de
responsabilidades mayor al que les corresponde para su edad y madurez.
Es definido como un
mecanismo inconsciente porque se ve que está muy alimentado por una práctica
muy común en la actualidad, práctica que de primeras puede parecer la propia de
un buen estilo parental. En
la actualidad, está socialmente aceptado tratar a los niños como si fueran
pequeños adultos, en el sentido de que no se los infravalora
tanto como en épocas anteriores, lo cual hace que los pequeños vean aumentada
su influencia de forma espontánea y, dentro de unos niveles, educativa en tanto
que se les puede otorgar un grado de responsabilidad mayor, un reto que les
sirve para crecer.
Sin embargo, esta
situación que en principio es más adulada que criticada, en caso de
descontrolarse o que haya poca claridad entre cuáles son los roles de los hijos
y cuáles los de los padres puede degenerar en una situación disfuncional, una
absoluta inversión de roles propia de la parentificación. En esta situación, los más pequeños se
encargan de satisfacer las necesidades físicas o emocionales de sus padres, y
cuidar del resto de sus hermanos.
La parentificación puede ser todavía más grave en caso de que los padres
padezcan algún trastorno mental, especialmente trastornos de la personalidad
como el narcisista, el dependiente o el límite, y del estado anímico como la
depresión y los de ansiedad. El trastorno que padece uno o ambos progenitores
le imposibilita de ejercer sus funciones como padre, ya sea porque tiene una
mentalidad infantiloide y de búsqueda de la atención (p. ej., trastorno
narcisista) o porque la sintomatología le consume, dificultándose hacer las más
básicas tareas (p. ej., depresión).
Tipos de parentificación
Si bien existen varias
clasificaciones sobre los tipos de parentificación, una de las más extendidas
es la que recoge las siguientes dos modalidades de este fenómeno:
1. Emocional
La parentificación
emocional se da cuando
los padres esperan que sus hijos les den confortamiento emocional,
es decir, que los tranquilicen cuando estén alterados o que los protejan de las
consecuencias emocionales derivadas de sus actos. De esta manera, convierten a
sus hijos en su sostén emocional, pero haciendo que los más pequeños desempeñen
un rol activo en su bienestar emocional, atendiendo a sus necesidades.
A pesar de ello, los
padres que recurren a la parentificación emocional enmascaran esta situación
tras la negación de la realidad de sus hijos junto con la justificación,
irracional y distorsionada, de que lo hacen por su bien.
2. Física o instrumental
La parentificación física
o instrumental es aquella situación en la que se espera que los niños se hagan cargo de las
necesidades domésticas o económicas, como la preparación de la
comida, el cuidado de otros hermanos o, incluso, trabajar, tareas todas ellas
correspondientes a los padres y nunca a niños y niñas.
De entre los dos tipos de parentificación, se considera que la física o
instrumental es la menos perjudicial, a excepción de la situación que se fuerza
a los niños a trabajar porque sus padres no se ven capaces para ello. Por regla
general es la emocional la más grave para el desarrollo del niño, puesto que le
supone asumir un rol que le puede provocar gran estrés mientras que sus
necesidades emocionales quedan descuidadas, puesto que no puede confiar en el
adulto para que le dé sostén emocional. Las necesidades emocionales de sus
padres toman excesivo protagonismo.
Consecuencias de este
fenómeno
Aunque surja de forma
inconsciente y, en muchos casos, de forma totalmente ingenua, la
parentificación no deja de ser un fenómeno perturbador para la infancia de
cualquier niño. Es
considerada violencia y maltrato psicológico, como mínimo un tipo de
negligencia parental. La parentalización durante la niñez
implica un gran impacto en el desarrollo de la identidad y la personalidad del
individuo, en las relaciones interpersonales y en las relaciones con los
propios hijos durante la edad adulta.
Se ha visto que las personas que en su infancia fueron parentalizadas son
más propensas a desarrollar el síndrome del impostor en la adultez. Esta
condición psicológica se caracteriza por experimentar una profunda inseguridad
personal, aun habiendo conseguido grandes logros y éxitos, atribuyendo lo bueno
que le sucede no a su esfuerzo o saber hacer, sino a meros golpes de suerte,
factores extrínsecos y ajenos a su control.
¿Tiene beneficios la
parentificación?
Como hemos podido ver
llegados hasta aquí, la parentificación deja un profundo efecto en la adultez
de aquel que en su niñez fue víctima. Sus heridas emocionales son profundas,
generándole inseguridades, miedos y la sensación de que nunca tuvo la
oportunidad de ser un niño o niña realmente. Estas consecuencias emocionales no
sólo afectan a los niños parentificados una vez son adultos, sino que también
repercute en sus relaciones íntimas, su pareja e, incluso, en sus propios
hijos.
Sin embargo, hay quienes
sugieren que este fenómeno, que no olvidemos que es considerado maltrato
psicológico y negligencia, podría tener algo de beneficioso en algunos
casos. La inversión de roles
padre-hijo podría resultar gratificante para las necesidades de seguridad del
niño, siempre y cuando él o ella perciba la situación de tener
que encargarse de más responsabilidades como una señal de reconocimiento y
gratitud por parte de sus padres.
Hay quienes han sugerido
que niveles más altos de parentificación emocional conllevan a niveles más
altos de competencia interpersonal en algunos casos. Como los niños aprenden
cosas que de normal se aprenderían más tarde para su edad, desarrollan cierta independencia,
destrezas y capacidades sin tantos obstáculos por en medio, simplemente porque
les ha tocado tener que hacerlo. Esto podría repercutir en su vida adulta de
forma positiva, convirtiéndolos en individuos mejor preparados para la vida y
menos temerosos de tener que desempeñar nuevas responsabilidades.
No obstante, a pesar de
estas supuestas ventajas que podría traer consigo la parentificación, todo apunta que los beneficios son menores que
los inconvenientes. Debemos entender que cada etapa de la vida
tiene sus pautas de desarrollo y características, y en el caso de la
parentificación estas no son respetadas. Los niños son niños, y deben hacer
cosas de niños. Si su infancia no es debidamente respetada pueden acabar
sufriendo alteraciones en el desarrollo físico, emocional, intelectual y
social.
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