LUIS LUQUE | Aceprensa |
03/11/2023
“Fíjate, el chico no se está tranquilo ni un
segundo. Cogió el libro que le regalaste, lo hojeó un rato y lo dejó en la
mesilla. Encendió la tele, pero no le ha prestado atención: enseguida agarró el
móvil y se puso a darle para arriba y para abajo, como si tuviera la mente en
otra parte… Esto me suena de algo. Busca en Google… ¿Ya? ¿Trastorno de qué…? Sí,
eso es lo que tiene. Segurísimo”.
Con sus variaciones, la situación se repite en
cada vez más hogares. El problema se denomina Trastorno por Déficit de Atención
e Hiperactividad (TDAH), y se ha vuelto tema recurrente en los medios y en las consultas
de psiquiatría. En EE.UU., un estudio con una muestra de casi 190.000 menores de 4
a 17 años, entre 1997 y 2016, arrojó que la prevalencia del padecimiento en esa
franja de edad pasó del 6,1% al 10,2% en esos años.
El fenómeno se verifica también en otros sitios.
En el Reino Unido, una investigación de expertos del University College London,
con datos de más de 7 millones de individuos entre 2000 y 2018, reveló que a
casi 35.900 se les había identificado el trastorno y que el mayor incremento en
la tasa de diagnósticos se dio entre los niños varones de 6 a 9 años (de 300
casos por cada 100.000, pasaron a 700), así como entre los jóvenes de 18 a 29
(de apenas 3 casos por 100.000, pasaron a 50). En España, otro tanto, si bien
con datos más actuales: según el Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud
Mental en la Infancia y Adolescencia, la pandemia ha propiciado un
notable incremento de los trastornos de
salud mental de
los menores. Particularmente en el caso de los afectados por TDAH, los diagnosticados han pasado del 2,5% al 7%.
Una “explosión” de diagnósticos que lleva a
preguntarse si la incidencia alcanza realmente esa proporción, o si, a
semejanza de lo que ha ocurrido con las prescripciones de otros trastornos o
“condiciones”, los facultativos están teniendo manga ancha y sencillamente
afirmando las valoraciones que hacen los padres de los menores a su cargo, y
esto mientras, paradójicamente, hay casos reales que quedan sin diagnosticar
por falta de preparación del médico o de tiempo de consulta para evaluarlos.
El diagnóstico, en minutos
El Dr. Stephen P. Hinshaw, profesor de Psicología
en la Universidad de California-Berkeley y anterior presidente de la Society
for Clinical Child and Adolescent Psychology de EE.UU., ha documentado el
“abrupto ascenso” de las tasas de diagnóstico en niños y adolescentes en su
país en el período 2004-2018; números “que quizás han comenzado a
estabilizarse”.
Según refiere a Aceprensa, entre las razones tras
el incremento, estarían “la publicidad de medicamentos directa al consumidor,
las políticas escolares relacionadas con incentivos para obtener mejores
calificaciones en los exámenes, y las evaluaciones ‘rápidas y sucias’ de apenas
unos minutos en el consultorio del pediatra, valoraciones que se hacen sin las
historias clínicas, sin calificaciones de informantes, sin pruebas, etc.”.
¿Puede estar sucediendo con el TDAH lo mismo que
con los diagnósticos de disforia de género en varios países, en los que, más
que evaluar en profundidad al paciente, la práctica ha consistido en no rebatir
su parecer o el de sus familiares? “No sé lo suficiente sobre disforia de
género para comentar con conocimiento; es complejo –dice–. Los médicos
finalmente están reconociendo condiciones antes ignoradas y estigmatizadas,
pero en ausencia de evaluaciones cuidadosas, puede haber un ‘sesgo de
confirmación’ para hacer diagnósticos no fundamentados”.
El experto nos comenta, por último, que las tasas
de diagnóstico en adultos estadounidenses, anteriormente bajas, se han
disparado en la última década. “Parte de esto se explica por el reconocimiento
apropiado de que el TDAH puede existir, y existe, en los adultos, pero también
está relacionado con TikTok y otros sitios web en los que [la persona
interesada] puede hacer una simple autoevaluación, obtener un diagnóstico
‘validado’ de TDAH y, en algunos casos, incluso lograr que le envíen
medicamentos solicitados online”.
¡TikTok al rescate!
“No me lo han diagnosticado, pero definitivamente
lo tengo”. Talia Belowich, columnista del The Michigan Daily, ha
escuchado ya esa afirmación en varias conversaciones informales en la que ha
surgido el tema del TDAH. En un artículo titulado “La epidemia del autodiagnóstico”,
la autora toma nota de la creciente tendencia a abordar las enfermedades
mentales en redes sociales, por personas legas en la materia, pero que salen a
la plaza online a proclamar con la mayor seguridad que padecen
TDAH, y que obtienen la validación de otros millones de usuarios que dan por
buenas –con un “me gusta”, “me importa” o “me entristece”– sus descripciones
del trastorno.
Más de la mitad de los vídeos sobre TDAH en TikTok
contribuyen a desinformar sobre el padecimiento
Para ofrecer una idea de la magnitud del fenómeno,
la autora menciona que los vídeos de TikTok del tipo “señales de que tienes TDAH” tenían hasta junio 72,8 millones de visualizaciones
–a 31 de octubre ya cuentan con casi 96 millones–. Una muestra, el titulado “Cosas que no sabía que fueran
señales de TDAH”,
en el que una joven sonriente se filma cruzando por encima de objetos en el
suelo, en lugar de recogerlos; abriendo la puerta de un armario y dejándola
abierta; dándose un atracón de helado… Las reacciones son mayormente de
validación e identificación: “Muy cierto”; “Ese soy yo”; “Ya le encuentro
sentido [a lo que hago yo]”, etc.
Si a la simpatía y la inclinación a imitar a
celebridades que han sido diagnosticadas de TDAH –como la atleta Simone Biles, el cantante
Justin Timberlake, la empresaria Paris Hilton, la directora de Barbie, Greta Gerwig, etc.– se les suma la credibilidad
de los gurúes de TikTok entre su público, puede ir a más la tentación de
autodiagnosticarse o de buscar de una valoración médica que confirme la
presencia del trastorno. No importa que más de la mitad de los vídeos sobre
TDAH en esa plataforma sean chatarra desinformativa (el 52%, para ser más
exactos, según un reciente estudio canadiense): siempre será más fácil –y más popular– hacer
caracterizaciones simplistas, aunque el resultado sea pintar el TDAH como una
moda cool y no como un padecimiento real.
Un trastorno, unos síntomas, un tratamiento eficaz
Pero el TDAH no es un mito, una invención de una
época en que casi “mola” contar que se sufre algún problema de salud mental
real o imaginario. No se puede decir automáticamente que todo niño o
adolescente intranquilo tiene TDAH, pero el padecimiento existe; es real.
El CIE-11 –el catálogo que publica la OMS– lo define como un trastorno identificable a partir de
un “patrón persistente (al menos 6 meses) de falta de atención y/o
hiperactividad-impulsividad que tiene un impacto negativo directo en el
funcionamiento académico, ocupacional o social”; inatención e impulsividad que
se pasan de los límites esperables según la edad y el nivel de funcionamiento
intelectual del individuo.
La falta de atención, en un caso de TDAH, alude a
la dificultad para enfocarse en tareas sin alto nivel de estimulación y para
organizarse, mientras que la hiperactividad o impulsividad se evidencian en
“una actividad motora excesiva y dificultades para permanecer quieto” en
situaciones que lo precisan (como en el colegio o en las actividades
laborales). Cabe añadir que, en el individuo concreto, el TDAH puede traducirse
en un comportamiento predominantemente distraído, o mayormente
hiperactivo-impulsivo, o en una combinación de ambas características.
Con tratamiento, los síntomas remiten por completo
hacia la juventud un 30% de los pacientes
Para constatar la presencia del trastorno, los
expertos señalan que los síntomas deben estar influyendo en la vida de la
persona “en un grado notablemente desadaptativo”. La web de la asociación ADHD
Europe, que engloba a las asociaciones de pacientes de TDAH en el continente,
enumera entre los problemas más recurrentes que experimenta el individuo la dificultad
para establecer relaciones de amistad y conservarlas, un mal desempeño
académico, una menor capacidad de vida independiente, la inestabilidad laboral,
etc.
Por fortuna, hay terapias con buenos resultados.
La Dra. Azucena Díez, directora de la Unidad de Psiquiatría Infantil y
Adolescente de la Clínica Universidad de Navarra, explica a Aceprensa que un
tratamiento efectivo combina lo farmacológico y lo psicoeducativo. “Los lóbulos
prefrontales, encargados de organizar la actividad de la persona, son los que
precisamente más nos distinguen en nuestro comportamiento como humanos, en
nuestra diferencia de los animales”, y en los casos de TDAH “están como
dormidos; funcionan a bajo rendimiento. Es la medicación (metilfenidato y
lisdexanfetamina) la que activa estas zonas, que ayudan a autogestionarse y
controlarse”.
¿En qué medida puede curarse un padecimiento como
este, de origen neurobiológico? “En un 30% de los pacientes los síntomas
remiten por completo hacia la edad adulta joven –agrega–, y más o menos la
mitad sigue presentándolos. Unos deciden seguir manteniendo el tratamiento por
vida, y otros no. Pero sí: en algunos casos, con el apoyo del tratamiento adecuado,
los síntomas remiten”.
Falta formación
En opinión de la psiquiatra, además de al
sobrediagnóstico del trastorno habría que prestar atención al infradiagnóstico:
“Hay todavía muchos niños y adolescentes que sufren los síntomas y las
repercusiones del TDAH, y las familias no lo consultan porque consideran que es
su forma de ser; algo normal, habitual. Y está también el diagnóstico erróneo:
considerar que cualquier niño que se mueve o que no atiende, tiene TDAH, que a
veces se puede confundir con ansiedad. También los niños con ansiedad se mueven
mucho”.
Quizás falta preparación. Según nos informa, en
España se ha reconocido por primera vez la especialidad de Psiquiatría infantil
y adolescente recién en 2022, con lo cual, muchos profesionales que evalúan a menores
de edad no son especialistas.
“Son especialistas de adultos, o pediatras con una
formación muy justa –asegura–. Y la especialidad de Psicología clínica infantil
todavía no está reconocida; son poquísimos los psicólogos. Ocurre entonces
muchísimo en la atención primaria que el médico se ve tentado a decir: ‘Bueno,
vale, sí. Si tú lo dices, así será’, y le prescribe una medicación. El tiempo
medio para realizar un diagnóstico de este tipo –porque el diagnóstico es
clínico; no hay ninguna prueba que sirva para establecerlo–, es de
aproximadamente hora y media, dos horas. Y no todos los profesionales lo
tienen”.
Que hay un déficit en la identificación del
trastorno lo valida también la Dra. Juncal Sevilla, psiquiatra de adultos.
Experta en TDAH, es consciente de que este puede solaparse con otros
padecimientos y confundir. “Y yo soy de las psiquiatras que diagnostican y
tratan esto; imagínate quienes ni siquiera se creen que existe el TDAH, o
quienes se resisten a diagnosticarlo”.
La experta asegura que en España subsiste aún una
brecha de conocimiento sobre el padecimiento. “A nivel médico, en determinadas
cuestiones de neurociencias, el país va muy por detrás de, por ejemplo,
Inglaterra, que es pionera en el diagnóstico y tratamiento del TDAH. De hecho,
tienen un programa en la sanidad pública que es el mejor en Europa, y en
Estados Unidos, igual”.
“Falta mucha formación –añade–. Los síntomas no
son percibidos como tales, sino como conductas que se juzgan desde el ámbito
social. Y el problema es que el profesional no quiere formarse. Los jóvenes sí,
pero los más mayores no quieren ni oír hablar de eso, porque como el
tratamiento es una anfetamina, pues el diagnóstico está condenado de antemano.
Es así de absurdo”.
Conclusión: que entre quienes no saben del trastorno y pontifican, y quienes deberían diagnosticar con criterio y prefieren pasar del tema, el TDAH puede seguir siendo un agujero sin señalización clara. Y cualquier niño intranquilo o cualquier tiktoker con su manía particular pueden caer.
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