JORGE GARCÍA |
20minutos | 10/05/2022
Según los datos que proporciona el propio ministerio de Sanidad, en España se recetaron en 2021 54 millones de cajas
de ansiolíticos y 45, 1 millones de antidepresivos. Son cifras, teniendo siempre
en cuenta que se producen en un contexto en el que uno de cada cinco españoles
presenta síntomas compatibles con un cuadro depresivo (según estimaciones
del Consejo General de Psicología en España), con implicaciones muy preocupantes.
La pandemia no ha hecho más que empeorar la situación: para
hacernos una idea, en 2019 se consumieron en España 83,07 dosis de
psicofármacos al día por cada 1.000 habitantes; en 2020 fueron 86,28 y en 2021
92,79. Esto representa un aumento del 7,5% en tan sólo un año (de nuevo, según
los datos del ministerio de Sanidad).
De hecho, hace tiempo que incluso en las esferas
políticas se discute que desde el sistema sanitario público español se está
fallando en dar una respuesta adecuada a los problemas de salud mental. Y según
algunas voces, como explica a 20minutos la
doctora en Ingeniería Tisular Cardiovascular Esther Samper, autora del
libro El lado oculto de la
farmacia, esta ingente cantidad de recetas sería sintomática de
estos problemas sistémicos.
"Se recetan a personas para las que no están
indicados"
"Es un tema muy complejo", arranca Samper,
"pero sí que es cierto que se recetan antidepresivos a personas para las
que no están originalmente indicados. Por lo general, las guías clínicas
desaconsejan la prescripción de antidepresivos a personas con depresión leve y, en
según que casos, moderada".
"Para estos pacientes lo que se aconseja
principalmente es psicoterapia porque las probabilidades de que los
antidepresivos sean eficaces son muy bajas, y están acompañados de efectos adversos en
algunos casos", añade.
En buena parte, la causa del problema está en la falta
de recursos en materia de salud mental del sistema sanitario público. "Lo
que vemos en la realidad", dice Samper, "es que la mayor parte de la
población con depresión va al médico de familia, este les ve muy poco tiempo, y
lo que se hace por
sistema es recetar antidepresivos aunque la depresión sea
leve y se puede intentar remitir al paciente al psicólogo o al psiquiatra, pero
como el número de profesionales en España es muy bajo, hay una espera que puede
llevar muchísimo tiempo". Así se explica que "la mayoría de
antidepresivos en España los recetan médicos de familia".
Cabe señalar que en ciertos casos sí es adecuado que
sea el médico de familia el que recete psicofármacos a un paciente. "Sí
que podrían hacer una buena valoración de determinados casos de
depresión", coincide Samper, "y sobre todo remitir los casos más
graves a psiquiatras. Pero la atención debería ser principalmente por psicólogos clínicos,
y eso en nuestro país no ocurre".
"También hay que tener en cuenta que con el
tiempo que tienen actualmente los médicos de familia, es casi imposible
realizar un buen diagnóstico y tratamiento de la depresión. Hay una sobrecarga asistencial brutal
y simplemente los tiempos que hay ahora en los centros de salud no permiten
atender la depresión correctamente en la absoluta mayoría de los casos",
añade la experta.
"Deberían usarse para aliviar síntomas a corto
plazo"
Las consecuencias de este modelo son devastadoras para
los propios pacientes. "Se enfrentan a efectos adversos que
pueden aparecer en ciertas personas, y puede ser que no obtengan ningún
beneficio de estos fármacos", dice Samper.
Esto puede resultar especialmente grave si pensamos
que "puede pasar que estas personas piensen que ya han recibido el
tratamiento que necesitaban y no
busquen recurrir a psicoterapia o a una atención más
especializada".
Y es que estos fármacos sí pueden constituir una parte
importante de ciertos tratamientos, pero no deberían sustituir a la totalidad
del mismo. "Idealmente", opina la doctora, "deberían aliviar los síntomas de
la depresión, sobre todo a corto plazo".
"Porque otra cuestión es que tenemos muy pocos
estudios sobre los antidepresivos a largo plazo, y hay personas que los
consumen durante años. No
tenemos ensayos clínicos que respalden este uso, y de hecho
está muy discutido actualmente si tiene sentido pautar antidepresivos a largo
plazo", apostilla.
Con los ansiolíticos se da una situación similar, o
incluso aún más sangrante si tenemos en cuenta que se trata de medicamentos con
un alto potencial de abuso. "El de los ansiolíticos es otro caso también
muy llamativo", desarrolla Samper, "porque en teoría no se deberían
recetar más allá de dos o tres semanas y lo que vemos es que hay personas que
consumen estos medicamentos durante meses o incluso durante años. Esto lleva
a dependencia o incluso
a adicción".
"A menudo, el problema tiene un componente
social"
"Son muchas las razones por las que esto sucede.
Vemos estos medicamentos (tanto los ansiolíticos como los antidepresivos) como
más seguros de lo que son en realidad. Y se están usando como parches", afirma la
experta.
"Porque no solo deberíamos proporcionar
psicoterapia, sino que tendríamos que ir también al origen de este problema,
porque a menudo hay una
importante causa social", prosigue. "Por ejemplo,
sabemos que quienes se enfrentan a un alto riesgo de desahucio tienen una peor
salud mental, como es totalmente lógico", añade.
"Muchas veces, la causa de los problemas mentales
tiene un claro componente
socioeconómico. Lo que pasa es que desde la medicina no se
puede hacer nada ahí; pero donde sí se podría hacer, que es con la
psicoterapia, como el número de profesionales es tan bajo se acaba medicando
porque es lo más fácil", añade, "aunque no sea realmente en
tratamiento más recomendado en la mayoría de los casos".
Por eso, Samper cree que incrementar los recursos
destinados a la atención de la salud mental en el sistema público es solo una
parte de la solución. "Por otra parte, tendrían que percibirse los
problemas de salud mental como cuestiones que van más allá de la biología e
incidir en los causantes sociales. He puesto el ejemplo de los desahucios, pero
muchas veces el trabajo también puede ser causa de depresión o ansiedad".
"Las publicaciones científicas han estado
bastante sesgadas"
Con todo, no conviene dejar de ver que hay una industria que es
la gran beneficiada de que los psicofármacos se prescriban de modo tan liberal.
Y estos agentes han fomentado activamente que se llegue a esta situación, en
opinión de Samper.
"Como menciono en el libro", comienza,
"las publicaciones científicas sobre los antidepresivos han estado durante décadas bastante
sesgadas. No se publicaban estudios clínicos con resultados
negativos (en los que se viera que los antidepresivos no tenían un resultado
más beneficioso que el placebo) o se ocultaban ciertos resultados, con lo que
se ha sobreestimado la utilidad de estos medicamentos", cuenta.
"Con el paso de los años se han ido conociendo
más datos sobre estos estudios clínicos (gracias también a la legislación
actual, que obliga a que se publiquen todos los datos de estos ensayos) y lo
que hemos visto es que en muchos casos estos medicamentos no eran tan beneficiosos como
parecía inicialmente", continúa.
"También, hemos conocido inversiones
multimillonarias en marketing sobre estos fármacos, que han hecho que tanto la
población general como los médicos los
percibieran como muy efectivos para el tratamiento de la
depresión", detalla.
"Todavía desconocemos su eficacia real. No tenemos
estudios a largo plazo, con lo que ahí tenemos un gran agujero de conocimientos
y esto distorsiona la percepción sobre ellos", finaliza.
"Quien tenga mayor estatus socioeconómico tiene
ventaja"
Frente a este panorama, no son demasiadas las opciones
que, individualmente, tiene un paciente con una patología mental. "Los
pacientes que se lo puedan permitir, pueden ir a un psicólogo o un psiquiatra
privado. No tendrán que esperar mucho y tendrán una atención mucho mejor que quien no pueda pagarse la
sanidad privada y tenga que esperar meses para que recibir
atención mental especializada".
"Aquí, como en otros ámbitos de la salud, quienes
tengan un mayor estatus socioeconómico tienen
ventaja a la hora de tratar su problema de salud
mental", concluye Samper con crudeza.
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