Su composición no es
inocua: la nicotina es un tóxico para el cerebro y el corazón.
RODRIGO CÓRDOBA / FRANCISCO CAMARELLES
El País | 03/03/2014
En
los últimos meses están proliferando las tiendas de cigarrillos
electrónicos (e-cigs) en el centro de las ciudades y en
lugares de paso. Asimismo la publicidad de estos dispositivos es cada vez más
común. Los e-cigs liberan determinadas dosis de nicotina sin
mediar combustión sino a través de un proceso de calentamiento de una resistencia
eléctrica que genera vapor. Para ello se requieren propelentes y/o humectantes
como el propilenglicol y la glicerina.
Incluso se ha acuñado la palabra “vapear”, y los consumidores de los
cigarrillos electrónicos no “fuman” sino que “vapean”, lo que les confiere
cierta dosis de glamour.Los pacientes nos preguntan en la consulta
sobre su utilidad para dejar de fumar, y ya hay entusiastas interesados que
alaban los supuestos beneficios de estos dispositivos. Pero, claro, una cosa es
un producto lúdico y otra muy distinta es un producto sanitario. Su composición
no es para nada inocua pues la nicotina es una droga muy adictiva por vía
inhalada y además es un veneno utilizado todavía como potente insecticida
anti-pulgón en los invernaderos extensivos. La nicotina es tóxica para el
corazón y el cerebro por su efecto indeseable en la frecuencia cardíaca y en
las arterias. El propilenglicol se ha usado como aditivo alimentario, como
anticongelante y en la generación de humo en espectáculos teatrales, pero
además es un producto irritante para mucosas de ojos, garganta y bronquios que
puede causar asma infantil. La glicerina se ha usado como cosmético, como
laxante y forma parte de la fórmula del biodiesel. Sin embargo, nunca se había
usado por vía inhalada. Sabemos que puede causar neumonía grasa (lipoidea)
cuando se consume en los e-cigs. También se han detectado en
los e-cigs trazas de nitrosaminas y metales pesados (plomo,
cromo, níquel..) en cantidades muy inferiores a los cigarrillos convencionales
pero con efectos impredecibles a largo plazo dado que son productos
carcinógenos de efecto acumulativo a lo largo de la vida.
Recientemente se ha comprobado que el vapor de los e-cigs contiene
partículas que se liberan al medio ambiente en una concentración de cinco a
diez veces mayor que los estándares fijados por la Unión Europea y la
Organización Mundial de la Salud. Ese nivel de partículas puede ser varias
veces mayor del que se puede medir en la vía pública con trafico incluido.
Los
cigarrillos electrónicos han entrado de pleno en el debate social, con
connotaciones que afectan a la salud personal y a la salud pública. Su auge
pone en peligro muchos de los avances más preciados logrados recientemente en
la prevención y control del tabaquismo en nuestro país. No solo son importantes
aspectos como su eficacia para ayudar a dejar de fumar, y su seguridad de uso.
Hay
otros aspectos a considerar como el posible efecto adverso que puede impedir el
cese definitivo del consumo de tabaco, o animar a los jóvenes y a los
exfumadores a probar estos nuevos productos, al verse atraídos por los sabores
y la falsa imagen de seguridad. Lo más grave es que el cigarrillo electrónico
puede perpetuar la presencia social del hábito tabáquico en la vida de muchos españoles,
y no hay estudios concluyentes que nos digan que pueden ser un mal menor.
La
postura ante estos dispositivos debe ser la regulación y la prudencia. No
apostamos por una prohibición drástica. Y la mejor opción es guiarse por lo que
dice la Organización Mundial de la Salud: “Hasta que no haya datos que
demuestren que los cigarrillos electrónicos son productos seguros, eficaces y
de calidad aceptable, se debería advertir seriamente a los consumidores que se
abstengan de utilizarlos”. No es de recibo que se presenten comercialmente como
un producto saludable o como un método “milagro” para dejar de fumar. Eso se
llama publicidad engañosa. Sabemos que dos de cada tres usuarios lo utilizan
junto a los cigarrillos convencionales no como sustitutos de ellos. Se trata de
emitir mensajes educativos, mensajes de prudencia y uso responsable. La
regulación debería prohibir su venta a menores, su publicidad y su uso en
espacios públicos cerrados sin excepción. Una regulación débil como la aprobada
recientemente en el Parlamento español solo servirá para aplazar los problemas
y cometer los mismos errores históricos que se cometieron con el tabaco. Las
verdades a medias son más nocivas que las mentiras gruesas.
Rodrigo Córdoba y Francisco Camarelles.Grupo de Educación
Sanitaria y Promoción de la Salud del Programa de Actividades Preventivas y
Promoción de la Salud de Semfyc y del Comité Nacional de Prevención del
Tabaquismo.
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