KRISTIN SULENG | El País
| 20/12/2018
Si eres adicto al ajedrez y te apasiona la teoría de
cuerdas, esa que dice que el espacio-tiempo tiene hasta once dimensiones; si
vives permanentemente enganchado al ordenador, es más fácil encontrarte en
Internet que en ningún otro lugar; si no haces lo mismo que los demás, es
posible que te hayas sentido un bicho raro alguna vez. O que alguien te haya
hecho sentir así. Sin embargo, por mucho que haya quien te identifique con las
ratas de biblioteca o quien te defina como nerd, geek,
friki u adjetivos que se podrían aplicar a los personajes de la serie Big Bang Theory, no tienes nada de
raro. Todos tenemos rasgos que nos hacen diferentes. Es más, según un nuevo estudio de la
Universidad de Yale (EE UU), nadie es normal.
La idea de la normalidad, señala Francisco Estupiñá,
profesor de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, es relevante en
el sentido estadístico para los manuales diagnósticos del ámbito de la salud
mental como el DSM, la Biblia de la
Asociación Americana de Psiquiatría: "Lo normal, estadísticamente hablando, es lo frecuente".
Por ejemplo, entre ser diestro o zurdo, lo habitual es lo primero (como
contamos en BuenaVida, solo entre un 10% y un 17% de
la población es zurda). La cuestión, continúa este experto,
"está en el uso de este concepto en el lenguaje común".
El apelativo "normal" suele dar problemas debido a
ser producto de la mezcla de dos sentidos distintos, el científico y el común,
indica Cristian Saborido, profesor del departamento de Lógica, Historia y
Filosofía de la Ciencia de la UNED, quien explica que "el segundo tiene que ver con los ideales que
tenemos sobre lo perfecto".
Distintas ideas de normalidad.- En el ámbito
del pensamiento, y en la filosofía de la medicina en concreto, esa doble
acepción del término se traduce en un debate entre dos perspectivas: la
naturalista y la constructivista. "La primera dice que permite distinguir
objetivamente los estados sanos de los enfermos y lo ideal frente a lo
patológico. La segunda critica esta visión, al defender que la salud y la enfermedad son conceptos plagados de
valores que somos incapaces de entender de forma objetiva y que
dependen del contexto sociocultural", explica Saborido.
¿Existe un comportamiento óptimo?.- El artículo también cuestiona la historia de nuestra especie. Los autores, subraya Saborido, critican la concepción que asume la evolución como un camino unidireccional que nos ha llevado a (y para) lo óptimo. "La evolución no nos ha llevado a tener un único patrón de comportamiento, sino una enorme cantidad de ellos", señala este profesor. Más que lo óptimo, el motor que nos mueve como especie es lo diverso.
El problema de no sentirse normal.- La optimalidad está vinculada a la búsqueda de la superación, recuerda Estupiñá: "Se relaciona con el perfeccionismo, hasta que el esfuerzo deja de ser eficiente. Es como la caricatura de las numerosas cosas que hay que hacer para ser saludable pero no hay horas en el día para cumplir todo lo que es sinónimo de salud", compara.
Entonces, ¿se puede afirmar que nadie es normal?.- Queda claro que estadísticamente es complicado de decir, porque las personas tendemos a parecernos y solemos establecer perfiles o categorías para las distintas conductas. Pero otra cosa es la existencia de la normalidad.
Esta segunda visión, desde el lado de la psiquiatría, es la
que defiende El mito de la optimalidad en la
neurociencia clínica, un artículo de los
investigadores Avram J. Holmes y Lauren M. Patrick, del departamento de
psicología de la Universidad de Yale (Estados EE UU) publicado en la
revista Cell. Aunque lo que
dicen no es nuevo: "En filosofía se lleva diciendo desde comienzos del
siglo XX", asegura Saborido, quien recuerda como los filósofos franceses Michel Foucault y Georges
Canguilhem criticaban la idea de normalidad en medicina y en psiquiatría.
La psiquiatría se basa en la mezcla de lo ideal y lo
estadístico para establecer,
a partir de un conjunto de población, lo que debe ser el comportamiento
estándar y considerar patológico todo lo que se le aleje
de él. "El objetivo de la psiquiatría sería llevar a la gente a la
normalidad estadística porque se entiende que se corresponde con la normalidad
ideal", indica este profesor de Filosofía.
"Lo óptimo es un mito. Evolutivamente, somos capaces de
desarrollar comportamientos distintos, porque vivimos y nos enfrentamos a
contextos muy diferentes. Si
solo tuviéramos una forma de actuar, seríamos un desastre",
sostiene Saborido. Por tanto, es un error, dicen los autores del estudio, que
un neuropsiquiatra, neurólogo o psicólogo analice los comportamientos de forma
aislada.
"No se trata de pensar que la gente tiene que
comportarse de cierta manera en todos los casos. El humano vive en entornos
cambiantes, las amenazas y las oportunidades surgen y desaparecen, y el cerebro
debe adaptarse a todo eso. Hay que observar el comportamiento en su
contexto", continúa este experto. Solo se puede hablar de comportamientos óptimos dentro de unas
circunstancias, pero como término global no sirve, comparte
Carmen Agustín, bióloga, doctora en Neurociencias y profesora del Departamento de Biología Celular, Biología Funcional
y Antropología Física de la Universitat de Valencia.
Sentirse fuera de lo común a muchas personas
mueve a visitar la consulta del psicólogo. Muy pocas recurren a la afirmación
"yo no soy normal". La mayoría prefiere expresarlo sobre sus
experiencias: "Doctor, lo que me pasa no es normal". Es decir, las
viven como algo inconfesable o reprobable. "Lo que esperan es que los psicólogos den una
cierta garantía de que lo que les pasa es conocido y tratable.
Y la respuesta debe transmitir que no deben avergonzarse e intentar exponerles
soluciones", explica este psicólogo.
Para valorar como patológico un problema de
conducta, hay que hacer dos preguntas fundamentales, continúa Estupiñá: ¿La
persona sufre por lo que le pasa? ¿Le hace más difícil participar de su vida
social, laboral, familiar? "La interferencia con el ser subjetivo y con
las circunstancias objetivas es más importante que las etiquetas
complejas. Cuando el problema no trastoca
la vida cotidiana es difícil considerarlo trastorno, pero si lo hace, entonces
hay que abordarlo", sostiene Estupiñá.
"El
individuo promedio es una caricatura, no existe, es una mera construcción
estadística". Aunque muchas veces nos acercamos a la
estadística de forma muy ingenua, sin compresión técnica. Si decimos que los
españoles comen de media medio pollo, eso significa que hay españoles que no
comen pollo y otros que comen uno entero. Esto pasa en ámbitos sensibles como
la sexualidad. En los estudios epidemiológicos, la vida sexual se dibuja como
un promedio, pero otros estudios que se centran en el comportamiento a través
de lo que la gente busca en Internet no tienen nada que ver con ese estereotipo
resultante de hacer encuesta a la gente sobre cómo se ve", concluye
Estupiñá.
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