ANDRÉS MASA | El
País |
8/10/2019
“Saber
manejar esta emoción básica puede ayudarnos a mejorar, y una buena ayuda de los
demás es muy valiosa “.
Nada es casual. Al menos no en el
trabajo de la evolución, que
hace que todo lo que no ayude a sobrevivir acabe desapareciendo, olvidado,
mutado, suprimido sin piedad y, solo quizá, recuperado en un futuro favorable.
La tristeza es un buen ejemplo.
Esta emoción, que dibuja una precisa y universal expresión facial que cualquier ser humano reconoce al instante, no ha sobrevivido al paso de milenios por casualidad. La tristeza, que también se manifiesta en aspectos como la postura corporal y el tono de la voz, es una llamada de socorro, un mecanismo para reclamar apoyo social notablemente efectivo. Pero la manera en la que nos aproximamos a las personas tristes ya no depende del negociado de la evolución, eso es cosa nuestra, y ahí empiezan los problemas. Algunos son muy fáciles de detectar en el lenguaje. En este código cristalizan frases como "no estés triste", una expresión muy común y una de las peores cosas que se le puede decir a una persona que sí lo está.
Esta emoción, que dibuja una precisa y universal expresión facial que cualquier ser humano reconoce al instante, no ha sobrevivido al paso de milenios por casualidad. La tristeza, que también se manifiesta en aspectos como la postura corporal y el tono de la voz, es una llamada de socorro, un mecanismo para reclamar apoyo social notablemente efectivo. Pero la manera en la que nos aproximamos a las personas tristes ya no depende del negociado de la evolución, eso es cosa nuestra, y ahí empiezan los problemas. Algunos son muy fáciles de detectar en el lenguaje. En este código cristalizan frases como "no estés triste", una expresión muy común y una de las peores cosas que se le puede decir a una persona que sí lo está.
No es
que debiéramos decir todo lo contrario, pero es poco probable volver a
pronunciar esas palabras sin sentir el pellizco del remordimiento después de
saber lo bueno que es estar triste cuando la emoción es de una intensidad,
frecuencia y duración moderadas. Tras un episodio estresante muy fuerte o una pérdida importante,
la tristeza alimenta una conducta ventajosa: encerrarte en casa, a cobijo bajo el edredón, pegajoso porque no quieres
tener contacto ni con el jabón de la ducha, puede resultar
deprimente a los ojos humanos, pero el sistema inmune no podría pedir nada
mejor para recobrar fuerzas.
Además,
"es un momento muy bueno para reflexionar acerca de los posibles errores
que has podido cometer, de qué manera eres corresponsable de lo que ha
ocurrido", explica la psicóloga especialista en ansiedad y estrés Cristina
Wood. La tristeza puede marcar un camino para mejorar cuando uno pierde un
trabajo o rompe una relación, por ejemplo. "En ese sentido, la tristeza
nos ayuda", subraya Wood. También puede aparecer cuando lo que se pierde es la salud, o la juventud, casos
en los que debería servir para fijarnos en las cosas buenas que aún nos
quedan. Si la experimentamos con ánimo
positivo, la tristeza puede ayudarnos a ser más felices; quien no ha experimentado nunca una gran
tristeza difícilmente puede sentir una alegría de la misma intensidad. No
estropeemos el momento con frases que solo refuerzan el malestar.
Un involuntario empujón hacia la culpa.- Si hay algo
que uno debe evitar decirle a una persona triste es qué debe hacer. Y entre
todas las órdenes que uno puede dar, la de "no estés triste" está
entre las más dañinas. "La frase produce más presión, le produce estrés a la
persona", explica la doctora del centro clínico Área Humana. Además, "uno tiene derecho a estar
triste, le están faltando al respeto si se lo dicen, y eso enfada, frustra y
puede generar más desesperanza", enumera la psicóloga.
La
reacción puede ser muy fuerte y desagradable, y quizá empujar hacia un
sufrimiento mayor, que tiene su origen en una de las abundantes falacias perniciosas que circula
sobre la felicidad, la de que uno no es feliz, sino que lo será
en el futuro. Según esta idea, podemos contar con ser bendecidos con la mayor
dicha un vez hemos cumplido objetivos como terminar la carrera, pagarse una
casa, llamar la atención de una pareja ideal, casarse con esa pareja ideal, que
la unión fructifique en niños sanos y alegres... En este contexto, el mensaje de "no estés triste"
parece ser el de que, si lo estás a pesar de tener todo lo que has deseado, es
por tu culpa. El poder de las
palabras empuja, en este caso, hacia una culpabilidad innecesaria.
Eso sí,
conviene ser comprensivos con quien lanza el afilado dardo del "no estés
triste". "No toleramos que una
persona que queremos sufra", y por eso la frase sale tan fácilmente, explica la psicóloga. "Si veo a mi hija
llorar, a mí me duele, y por eso se lo digo", añade. Pero lo que debería
hacer como madre, o como amiga, en otros casos, "es aprender a tolerar que
es normal y que se pasará, y que se va a pasar antes si uno ayuda a las
personas a ser un poco más positivas".
Instrucciones para no decir 'no estés triste' nunca
más.- Si quieres aprender a tratarte bien a ti mismo
y a los demás, piensa en tu infancia. Seguro que en alguno de los rincones de
tu memoria encuentras situaciones como esta: llegas triste porque te has
peleado con tu mejor amigo y a tu padre no se le ocurre otra cosa que aplicar
una fórmula del tipo "ya harás más amigos", un "no estés
triste" en toda regla y un error de manual. En su lugar, Wood aconseja comenzar por normalizar la
tristeza en la casa. "Es muy bueno decirle a los
niños cuándo estamos tristes, en seguida dicen que te van a ayudar. Es muy
bonito comunicar eso, y además es enseñarles inteligencia emocional", comenta. Luego, ante una
situación puntual, lo mejor es sustituir el "no estés triste" por una
estrategia más elaborada y eficaz que vale para todas las edades.
Lo
primero es permitir expresar la emoción y lo que ha pasado, una tarea en la
que los abrazos son de gran ayuda. También es útil mostrar
empatía hacia la persona y hacer que se sienta comprendida, incluso cuando uno
no es capaz de ponerse en su lugar. Lo deseable es hacerle comprender que no
rechazas su tristeza, contándole alguna historia personal, por ejemplo, o
admitiendo directamente que no alcanzas a comprender su dolor pero que te das
cuenta de que debe de ser muy importante. Una vez la conexión está
funcionando, es muy importante preguntar a
la persona triste qué piensa hacer o en que le puede uno ayudar. Eso sí, las propuestas deben tener forma de
pregunta.
Luego
hay que transmitir confianza, hacer ver que puede conseguir superar la
tristeza, dar ánimos. "Si dice que no sabe si podrá hacerlo es bueno
preguntarle las tres cosas más difíciles que ha hecho en su vida, te puedes
agarrar a eso y decirle que si las ha conseguido es que también puede lograr el
nuevo objetivo, que es cuestión de entrenarlo", concluye Wood. Así, dice
la psicóloga, no solo se sale de la tristeza,
sino que se abandona la emoción con mayor fuerza para ser feliz. Y no se trata solo de hacer un favor que se hace
a los demás, la manera de hablarse a uno mismo también es fundamental.
Cambia el lenguaje y transformarás el mundo.- Somos
parlanchines por naturaleza. Hasta la persona más reservada y silenciosa del
mundo no se calla nunca. Eso sí, habla en una voz tan baja que solo ella la
oye. Es el autodiálogo interno que todos tenemos, un carrusel de ideas que
nunca se detiene. Si se instala en él un mensaje materialista de que uno tiene
todo lo que puede desear y que, por lo tanto, debería ser feliz para siempre,
el efecto del "no estés triste" corroe por dentro. Si se le hace
demasiado caso, uno acaba metiéndose en un bucle de malestar en el que se viste
de víctima y verdugo. De la misma manera que hay que tener empatía con las
otras personas a la hora de ofrecerles ayuda, en estos casos
uno tiene que llevar a cabo la difícil tarea de empatizar con uno mismo. "Si te pones a buscar, por supuesto
que tienes motivos para estar triste, pero tienes que ayudarte a comprender por
qué lo estás", dice Wood.
Las
personas más autoexigentes, los perfeccionistas que siempre quieren ir más
allá, cegados por la idea irreal de que pueden llegar a una meta que, en
realidad, no existe, son quienes tienen una relación más estrecha con la
tristeza. También poseen menos capacidad de corregir las frases perjudiciales
de su diálogo interior. "Muchísima gente no se da cuenta de cómo se habla.
Es un problema de educación, por
frases que nos han dicho nuestros padres, o por la propia personalidad: si tu
autodiálogo interno está plagado de exigencias, eso lleva, tarde o temprano, a
la tristeza". Los perfeccionistas lo tienen más difícil para corregir el
rumbo de esa conversación permanente, pero pueden conseguirlo de la misma
manera que el resto de las personas.
Hay que
cambiar el vocabulario y sustituir el "tengo que" por un "me
gustaría", "preferiría", "me apetece"... "No es
lo mismo decir 'tengo que ir al gimnasio porque he engordado' que 'me apetece ir al gimnasio porque quiero cuidarme", asegura
la especialista. Es lo que los psicólogos llaman autoinstrucciones positivas,
que pueden conseguir que uno esté más contento, más animado y que se encuentre
mejor físicamente. "Todos
podemos entrenar eso, pero lo primero es ser consciente, mucha gente ni es
consciente de cómo se habla y está siempre comparándose con los demás",
olvidando que, por mucho que a veces lo parezca, especialmente en las redes
sociales, nadie es perfecto.
Hola a todos, quiero disculparme porque los artículos salen publicados en un formato con distintos tamaños de letras. Creo que el ordenador ya no da más de sí, pero en este tiempo de confinamiento no puedo hacer nada para solucionarlo. Saludos.
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