Adamet
tv – 17/06/2016
La amígdala es una estructura clave en el
procesamiento de las emociones que forma parte del sistema límbico y
está situada en la parte interna del cerebro. “Su localización es
privilegiada; conecta y recibe conexiones de varias áreas en distintos niveles,
y es capaz de desencadenar cambios fisiológicos o respuestas del sistema
nervioso autónomo”, explica Constantino Méndez-Bértolo, investigador del Campus de Excelencia Internacional
Moncloa de la Universidad Complutense
(UCM) y la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Sin embargo, esta
ubicación, en la parte interna del cerebro, dificulta su estudio con las
técnicas habituales de neuroimagen.
Para diagnosticar dolencias como la
epilepsia, los neurocirujanos implantan electrodos en la amígdala. En
un estudio publicado en Nature Neuroscience, los científicos han contado con la
colaboración de once pacientes ingresados en el Hospital Ruber Internacional
(Madrid) que tenían implantados electrodos en esta región cerebral. El análisis
de las amígdalas les ha permitido conseguir la primera prueba directa
en seres humanos de que esta área, por sí misma, capaz de extraer
información muy rápido respecto a posibles amenazas o estímulos biológicamente
relevantes en la escena visual, antes de recibir la información visual más fina
procesada en el neocórtex.
Lo que los autores han descubierto es que la información
gruesa que la amígdala maneja sobre escenas visuales la hace sensible a
estímulos biológicamente relevantes, como podría ser la expresión de miedo de una persona que se encuentre cerca, que
pone en alerta al individuo para
buscar dónde está el peligro. “Partíamos de la hipótesis de que, si la
amígdala presenta una respuesta emocional temprana, esta será mayor para la
emoción negativa y ocurrirá siempre que haya frecuencias espaciales bajas en la
imagen, ya que la información llegaría desde el núcleo del tálamo a través de
neuronas magnocelulares, que no transportan información de alta frecuencia”,
señala Méndez-Bértolo, autor principal del trabajo.
Mediante los registros eléctricos intracraneales,
los investigadores comprobaron que la amígdala, además de dar una respuesta
emocional tradicional ante las imágenes de bajo y alto nivel de frecuencia,
presenta una respuesta emocional muy rápida ante los estímulos negativos con
bajas frecuencias espaciales. Estos nuevos datos sobre cómo viaja
la información entre el circuito visual y el circuito emocional pueden ayudar
al tratamiento de trastornos emocionales como la ansiedad, donde la amígdala desempeña un papel
fundamental. “Gracias
a este estudio podemos considerar con más importancia el procesamiento visual
temprano e inconsciente y los efectos que puede tener en nuestro
organismo. Nos permite entender mejor por qué el miedo, muchas veces,
está fuera de nuestro control voluntario”, mantienen los autores.
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