Un trastorno
lleva a decenas de personas a acumular animales en pésimas condiciones
Un trayecto en coche marcó al equipo de la cátedra Fundación
Affinity, dedicada a mejorar la convivencia con los animales. Fue hace cuatro
años, cuando una llamada telefónica les llevó a un pequeño pueblo. Allí, una
casa guardaba celosamente un secreto: 150 perros desnutridos y enfermos, a
cargo de un matrimonio que buscaba cada día nuevos animales. Los tenían en
condiciones lamentables. La etóloga Paula Calvo recuerda que seleccionó a diez
de entre los más graves y los metió en su vehículo. Dos fallecieron de camino
al veterinario. Los suficientes para que los investigadores decidieran estudiar
el síndrome de Noé.
Sobre el trastorno psiquiátrico por acumulación de animales se
sabe poco. Uno de los motivos es que no fue reconocido como tal hasta el año
pasado, cuando la Asociación Americana de Psiquiatría lo incluyó en la quinta
edición de su Manual diagnóstico y estadístico de enfermedades mentales.
El grupo de Calvo, que reúne a científicos del Hospital del Mar de
Investigaciones Médicas y de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha publicado
un artículo en la revista Animal Welfare el primero en España
y uno de los primeros en Europa sobre este trastorno.
Reincidentes al 100%
El Ayuntamiento de Barcelona prepara
un protocolo para casos de trastorno por acumulación de animales. El objetivo
es detectarlos de forma precoz y atender a los afectados. La tasa de
reincidencia es del 100%, según Jaume Fatjó, coordinador de la comisión.
La Guardia Urbana, servicios
sociales, los centros de acogida del Consistorio, la Universidad Autónoma de
Barcelona, los Agentes Rurales, la Fundación para el Asesoramiento y Acción en
Defensa de los Animales y la Cátedra Fundación Affinity colaboran en el
desarrollo del protocolo.
Jaume Fatjó, director de la Cátedra, explica que, además de
acumular animales, se necesitan otras dos condiciones para diagnosticarlo: que
la persona no pueda garantizar el bienestar de sus mascotas y que niegue las
evidencias de su negligencia. "Tienen una distorsión total de la
percepción. No creen que sus animales estén en mal estado”. Ha estudiado 24
casos en toda España —27 personas y 1.218 perros y gatos— entre 2002 y 2011.
Los resultados apuntan a ancianos aislados socialmente como principales
afectados.
En Pontons, el pueblo del que hablábamos en el principio, basta
con preguntar por "el de la tele" para que alguno de sus poco más de
500 habitantes indique cómo llegar donde Joan Jiménez. El fontanero, de 54
años, pidió ayuda para sus 100 perros hace un año en un telediario. Había sido
inhabilitado para tener animales durante cinco años. Las imágenes mostraban una
vivienda a medio construir con decenas de canes ladrando desde el balcón.
“Reconozco que debí arreglar la casa o curarlos en vez de recoger
más. Pero, ahora, necesito ayuda para habilitar un núcleo zoológico, no que me
pisoteen más”, lamenta. Le ha molestado que un programa de televisión use las
imágenes de sus perros para ilustrar un debate sobre el síndrome de Noé. “Dicen
que estoy loco… ¡Y a mí no me ha diagnosticado nada ningún médico! Si estoy
enfermo, que me lo digan, que soy el primer interesado en curarme. Solo he
recogido la mierda que dejaban otros en la calle y la he metido en casa. Me he
sacrificado”.
Joan Toran, responsable de fauna doméstica de los Agentes
Ruralesexplica casos como el de un hombre que tenía más de 30 ovejas en un
piso en Barcelona. "Robaba periódicos en un quiosco para ponerlos en el
suelo. Antes de entrar ya veíamos escarabajos saliendo por debajo de la puerta”.
Calvo explica que no existe tratamiento y sospecha que "el
detonante es una crisis como perder el empleo o a algún ser querido. Buscan
apoyo en los animales, pero sin control". Ahora, necesitan que los
afectados colaboren para definir el perfil. "No es fácil hablar con ellos.
El último que fuimos a ver nos sacó una escopeta".
Toran advierte que pueden llegar a ser muy manipuladores. Recuerda
la intervención en el hogar de Jiménez: “Mi equipo tuvo que ponerse un mono
protector. Las condiciones higiénico-sanitarias eran muy malas”.
La vivienda de Pontons está rodeada
de vallas para que los perros no escapen. Lo que sí se escabulle es un hedor
que no parece molestar a los dueños. La madre admite que el inmueble está
siempre sucio, pero dice que siente mucho cariño por lo canes y que por eso les
deja estar en casa.
Nota.- He abreviado el artículo, era más largo, pero lo que he
omitido son otros casos que se explican sobre esta nueva patología. Para leerlo
entero consultar El País.
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