PSICOLOGÍA
El cerebro tiene muchas más posibilidades y energía de lo que creemos
¿Por qué en vez de dedicarnos a dormirlas, no ponemos empeño en
potenciarlas?
JENNY MOIX
QUERALTÓ |
El País | 20/02/2015
Daniel habla con fluidez
11 lenguas: inglés, francés, finlandés, alemán, español, lituano, rumano,
estonio, islandés, galés y esperanto. Pero lo más increíble no es la cantidad,
sino la velocidad en aprender idiomas. Channel Five le retó a aprender islandés
en una semana. Siete días después apareció en televisión conversando en esta
lengua. En cambio, la rapidez de Stephen no se encuentra en el aprendizaje de
lenguas, sino en la captación de todos los detalles de un paisaje. Puede
dibujar uno con precisión fotográfica después de haberlo visto solo un
instante. En una ocasión dibujó la totalidad del centro de Londres después de
sobrevolar la ciudad en helicóptero. ¿Son los cerebros de Daniel Tammet y
Stephen Wilshire máquinas engrasadas y perfectas? En realidad no: sus cerebros
están defectuosos. La epilepsia y el síndrome de Asperger acompañaron a Daniel
en su infancia. Y Stephen también es autista.
Quizá uno de los autistas más conocidos
fue Kim Peek. El personaje que interpretó Dustin Hoffman en la película Rain
Manestá inspirado en él. Nació con macrocefalia, un daño permanente del
cerebelo, y con agenesia del cuerpo calloso (carecía de la principal conexión
entre los dos hemisferios del cerebro). Peek recordaba el 98% de los 12.000
libros que había leído, leía dos páginas en ocho segundos. Usaba cada ojo para
leer una página distinta como si se tratara de un superhéroe de un cómic. Era
solo uno de sus “superpoderes”.
Daniel, Stephen y Kim son lo que se denomina savant –o
antiguamente idiot savant–, ya que suelen poseer un coeficiente
intelectual muy bajo y, paralelamente, unas habilidades sobresalientes. Pero
¿de dónde surgen las facultades extraordinarias de los savants?
Los estudios indican que los savants
presentan alguna forma de disfunción en el hemisferio cerebral izquierdo,
lo cual facilita la actividad del derecho. El izquierdo es el conceptual, el
que filtra con la lógica, el lingüístico (el que nos habla constantemente), el
que va hacia el pasado y hacia el futuro. En cambio, el derecho está en el
ahora, es creativo. De alguna forma, el izquierdo-lógico está constantemente
coartando o limitando las capacidades del derecho-creativo. Por lo que si el
izquierdo deja de funcionar correctamente, el derecho se libera, y con él, el
genio.
Jill Bolte es una neurocientífica que vivió con su
hemisferio izquierdo desconectado a consecuencia de un derrame sanguíneo. Al
sufrir el ataque, Jill sintió un terrible dolor detrás del ojo izquierdo, no
podía hablar, coordinar, ni siquiera podía pensar con claridad. Vivió un
auténtico martirio si nos limitamos a calificarlo “desde fuera”.
Paradójicamente, su experiencia vista desde dentro, tal como ella la describe,
fue maravillosamente extraordinaria. Sintió una paz no humana, ajena a
cualquier asomo de sufrimiento. Al desconectarse su hemisferio izquierdo, el
que habla, sintió el silencio. No había estrés, silencio, paz. Incluso se acalló esa voz que nos dice
“este soy yo”. Al mirar su cuerpo, no veía los límites. “Miré mi brazo y me di
cuenta de que no podía definir dónde empezaba y dónde terminaba. Solo
sentía esa energía. Según sus palabras, se sentía enorme y expansiva, fuera de
los límites de su cuerpo. Una auténtica experiencia mística vivida por una
reputada científica del cerebro humano. Después de ocho años de recuperación,
actualmente se dedica a impartir conferencias, escribir libros y realizar
investigaciones sobre este tema, por lo que la revista Time la
nombró una de las cien personas más influyentes del mundo en 2008.
Para aumentar nuestras capacidades, nuestro
rendimiento, los humanos nos hemos dedicado a inventar herramientas
tecnológicas. Es como si, poco a poco, el ordenador, el teléfono o el GPS
constituyeran una extensión de nuestro cerebro. Si miramos al futuro, parece
que cada vez seremos más dependientes de toda esta tecnología. Utilizaremos
menos nuestras propias capacidades de orientación, cálculos matemáticos,
memoria… Nuestro propio cerebro posee unas facultades inimaginables y, en lugar
de despertarlas, nos estamos dedicando a dormirlas.
Mientras los humanos nos hemos centrado en diseñar
radares cada vez más potentes, los delfines han evolucionado y en su cerebro
han creado un escáner más potente que cualquiera de nuestras invenciones. Nos
hemos concentrado en “tener” y hemos descuidado el “ser”. Hemos mirado hacia
“fuera”, en lugar de hacia “dentro”, olvidando que nosotros también tenemos
radar interno. Las investigaciones de Beatrice de Gelder, neurocientífica de la
Universidad de Tilburg, muestran cómo personas con ceguera cortical son capaces
de sortear objetos al andar, aunque no los vean, porque nuestras neuronas saben
funcionar como un auténtico radar.
No imaginamos el enorme potencial de nuestro
inconsciente. En la película Sin límites, el protagonista, gracias
a la ingestión de una droga, logra realizar auténticos prodigios. La esencia de
esa droga es que le permite acceder a toda la información guardada en su
inconsciente. Podemos reconocer muchas cosas como vistas, leídas, vividas,
oídas… que no podemos recordar. Están allí, pero nos resulta imposible acceder.
Nuestro inconsciente es nuestro sabio interior. Sabe mucho más que nosotros. Si
lográramos comunicarnos con él, nos pasaría como al protagonista de la
película: nuestras capacidades se verían multiplicadas de forma asombrosa. Nos
pasaría como a algunos savants: con leer un libro una vez, ya lo tendríamos
allí accesible para siempre.
Nos
movemos en un océano de información. El cerebro capta a cada instante volúmenes
ingentes de datos a través de todos sus sentidos. Esa información, para poder
ser operativa y útil, debe ser ordenada y esquematizada. Y a eso se dedica
nuestra lógica. Y esa misma lógica que nos ayuda, al mismo tiempo nos bloquea.
Nos impide ir a los datos crudos del inconsciente, nos impide mezclarlos de forma
irracional y ser más creativos. De alguna forma hemos de aprender a no
apoyarnos tanto en nuestro hemisferio izquierdo-lógico. Acallar ese parloteo
constante de este hemisferio lingüístico. Y como siempre, acabamos donde
empezamos; esto es, en los consejos de los sabios más antiguos: es esencial
aprender a silenciar la mente. ¿Vamos a permitir que nuestro sabio interior
continúe dormido o vamos a despertarlo?.
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