SANITAS
Antes de
referirse a los diferentes tipos de estrés patológico, también denominado
distrés, es importante resaltar el hecho de que el estrés es también un
mecanismo de respuesta que el organismo tiene ante estímulos exteriores y que
es, cuando se produce en su justa medida, bueno y saludable, ya que genera
satisfacción, alegría, mejora la actividad cardiaca y la resistencia física,
así como la actividad mental. En este caso recibe el nombre técnico de estrés.
El problema
surge cuando el estrés es una respuesta a situaciones de conflicto, de duelo,
de accidentes traumáticos, desengaños, pérdida de empleo y una larga lista de
situaciones negativas.
En tales
ocasiones se producen una serie de síntomas claros que determinan una situación
patológica que debe ser convenientemente tratada:
·
Emocionales: irascibilidad,
frustración, ansiedad, pánico o miedo.
·
Físicos: dolor de cabeza, de espalda o
cuello.
·
Intestinales: diarrea o
estreñimiento, acidez, calambres estomacales, reflujo gástrico o náuseas.
· Fisiológicos: dolor en el pecho, dificultad para respirar, palpitaciones o aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión arterial.
Establecidos
los síntomas posibles de un cuadro de estrés, cabe diferenciar tres tipos:
·
Estrés agudo: es el
tipo más frecuente de estrés y se produce fundamentalmente como reacción a la
exigencia o la presión puntual, por lo que es de corta duración y es fácilmente
manejable y tratable. Se manifiesta con cansancio y síntomas tensionales,
sobreexcitación, pies y manos fríos, sentimientos depresivos o una ligera
ansiedad.
·
Estrés agudo episódico: se refiere a
las personas que sufren situaciones de estrés agudo de forma repetitiva y que
parecen acabar atrapadas en una espiral de asunción excesiva de responsabilidades,
que las sumerge en una vida desordenada, regida por la presión autoimpuesta e
inmersa en una crisis continua. Son personas que suelen mostrarse con un
carácter agrio, irritables, muy nerviosas y que están en un continuo estado de
ansiedad. Además, a menudo culpan a otras personas de todos sus
problemas.
Otra forma de este tipo de estrés es el pesimismo constante que se transforma
en una negatividad que se aplica a todo, esperando siempre que suceda lo peor.
En cualquier caso, los síntomas son más graves, caracterizándose por la
presencia frecuente de migrañas y dolores tensionales, hipertensión arteria,
presión en el pecho y propensión a sufrir enfermedades cardiacas. Su
tratamiento pasa por una terapia psicológica que puede durar meses, ya que son
personas resistentes a los cambios.
·
Estrés crónico: es un estrés
agotador que produce un desgaste físico y emocional continuo a la persona que
lo sufre. Las situaciones de pobreza, de familias disfuncionales, tener un
empleo que se desprecia son algunas de las situaciones que pueden generarlo.
Nunca se ve la salida y se deja de buscar soluciones. En ocasiones hay que
buscar el origen en hechos traumáticos que se han vivido durante la infancia y
que marcan el desarrollo de la personalidad y de las referencias para el
comportamiento. En ocasiones este tipo de estrés induce la idea de suicidio y
puede estar en el origen de un infarto de miocardio o de otras enfermedades
sistémicas, como el ictus. Los síntomas más severos que en los casos anteriores
pueden requerir un tratamiento farmacológico, además de terapia psicológica.
El estrés crónico mata a través del suicidio, la violencia, el ataque al corazón, la apoplejía e incluso el cáncer. Las personas se desgastan hasta llegar a una crisis nerviosa final y fatal. Debido a que los recursos físicos y mentales se ven consumidos por el desgaste a largo plazo, los síntomas de estrés crónico son difíciles de tratar y pueden requerir tratamiento médico y de conducta y manejo del estrés.
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