LUCÍA CANCELA | lavozdegalicia | 04/11/2025
Una paciente coruñesa
de trastorno depresivo cuenta su testimonio y explica cómo se sentía antes del
diagnóstico: «No quería salir a la calle»
La salud mental sigue siendo —aún
cuando no es tabú— uno de
los grandes caballos de la población española; más si cabe, de Galicia. La
comunidad gallega es la primera, junto con Asturias, en el ránking de regiones
con mayor prevalencia de depresión. En
concreto, según la última Encuesta
Nacional de Salud, el 12,9 % de sus habitantes
declararon padecerla en los últimos doce meses. El dato es mayor en las mujeres
que en los varones —17,3 % frente al 8 %—.
Diana es una de ellas. Prefiere ocultar su
identidad real. Quiere luchar contra el estigma que persigue a la enfermedad
pero, al mismo tiempo, cree que dar la cara le perjudicaría. «Quiero recuperar
mi vida de antes, tener un trabajo», cuenta. Su caso puede resonar a muchas,
pues en parte estuvo justificado en el estrés que suponen los cuidados a
terceros.
Cuando echa la vista atrás, reconoce muchas
situaciones en las que su malestar emocional se iba gestando. Pasó, en más de
una ocasión, por épocas de mala relación con su familia y seres queridos. «Yo
empecé teniendo etapas de más ansiedad»,
recuerda. Un copo de nieve que se convirtió en una bola.
El diagnóstico que recibió hace dos años no fue
el primero que le llegó. Lo recibió en varias ocasiones en el pasado. «He
tenido años buenísimos en los cuales he sentido una paz mental y fortaleza, y
otros en los que he tenido que pedir ayuda», dice. Explica que el bajón siempre
le llegaba cuando se podía relajar. «Cuando estás viviendo con mucha tensión,
no lo notas. La ansiedad fuerte, los miedos, aparecen cuando bajaba el ritmo».
Así, pasó por varias depresiones leves, «con medicaciones muy suaves».
El detonante más reciente de su último episodio
de depresión fue la enfermedad de su madre y de su hermano, que se unieron a
una falta de apoyo a nivel laboral. Se suma, además, que padece una patología
intestinal severa, la cual le obligó a pasar por una colostomía que aún le pasa
factura. «Me vi muy sola; me pasaba el día hablando con el médico de uno, con
el del otro, yendo de un hospital a otro. Y cuando hablé con mi empresa para
pedir los días que me pertenecían, no me los concedieron», rememora.
Síntomas de la depresión
§ Estado de
ánimo triste la mayor parte del día.
§ Anhedonia o
marcada disminución del interés o placer en casi todas las actividades.
§ Pérdida de
peso clínicamente significativa o aumento o disminución en el apetito.
§ Insomnio o
hipersomnia.
§ Agitación o
retardo psicomotor.
§ Fatiga o pérdida
de energía.
§ Sentimientos
de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados.
§ Capacidad
disminuida para pensar o concentrarse, o indecisión.
§ Pensamientos
recurrentes de muerte o ideación suicida.
Diana entró en un bucle, en una espiral, que
solo le provocaba malestar. Tenía ganas de llorar todo el tiempo, sentía una
«tristeza inmensa», sin ganas de nada. Descuidó su aspecto físico, aún cuando
ella reconoce que siempre fue muy presumida, y llegaron los miedos. «No quería
salir a la calle. Tocaba la puerta y me empezaban las pulsaciones, los latidos
y temblaba», lamenta. Los síntomas duraron un par de meses. Fue un compañero
quien le animó a pedir ayuda.
Así lo hizo. El médico de cabecera la derivó,
de manera inmediata, al psiquiatra y al psicólogo. Además, entró a formar parte
de la Asociación Pro Enfermos Mentales (APEM)
de A Coruña. Esta paciente no puede hacer más que poner en valor el trabajo de
los profesionales, en especial, de su psiquiatra. «Me dijo que estaba mal
medicada, que era normal que no remontase, y que yo era una persona muy
fuerte». Dicho y hecho. «Fue cambiar la medicación y ser yo de nuevo».
Reconoce que todo lleva un proceso. Hay días en
los que está mejor y otros en los que todo le resulta muy complicado, pero
aclara que, si hace falta, tiene su «medicación de rescate».
En este salir a flote, el grupo de mujeres con
el que comparte terapia en la asociación coruñesa le resultó de mucha ayuda.
«Nos apoyamos unas a otras, me siento identificada. Al final, hacemos cosas
juntas, vamos a los conciertos o salimos a pasear», celebra.
Entre la terapia psicológica, la nueva
medicación y sus amistades, Diana
se siente preparada para retomar su vida donde la dejó. Es una
conversación que acaba de tener con su psiquiatra. «Quiero tener mi rutina,
empezar a trabajar y separarme de quienes me hacen daño», explica. Piensa que
ya ha hecho de tripas corazón demasiadas veces.
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