COMUNICACIÓN | Entorno sanitario
CRISTINA G. LUCIO | Madrid | El Mundo | 28/04/2015
Durante
décadas, la comunicación ha ocupado un lugar secundario en el entorno
sanitario. La competencia técnica ha primado muy por encima de las habilidades para
interactuar con el enfermo; un enfoque que permite
abordar las enfermedades, pero no siempre el sufrimiento. Desde hace unos años,
sin embargo, hay un cierto cambio de tendencia y los médicos con mano izquierda
están pidiendo paso.
«En
realidad siempre ha habido profesionales empáticos, personas con aptitudes para
la comunicación, pero lo cierto es que antes la mayoría de los médicos tenían
que aprender estas habilidades como podían, con la práctica, y si tenían la
suerte de tener un buen modelo al que imitar y la sensibilidad suficiente para
saber qué técnicas eran acertadas y cuáles no», apunta Juan José Rodríguez
Salvador, médico de familia en un centro de salud de Vizcaya que ha estudiado a
fondo el fenómeno de la comunicación sanitaria.
Ahora,
en cambio, hay un mayor interés por aprender estrategias
para conectar mejor con el paciente, un giro
que coincide con «un reemplazo del modelo paternalista de atención por otros
modelos que priman más la autonomía del paciente y su derecho a la
información».
“El
interés aumenta porque cada vez se siente más esa necesidad entre los
profesionales”, coincide Elena López Parra. “Cuando el médico llega por primera vez a la consulta
se da cuenta de que tiene muchas carencias, que el paciente reclama información
y que hay cosas que no se aprenden en los libros”.
Ella
misma vivió esa sensación en primera persona, por lo que al inicio de su
carrera- y cuando no muchos lo hacían- decidió pedir ayuda tras constatar que
tenía una buena formación en las técnicas de exploración y la teoría médica,
pero no conseguía conectar
con los pacientes. «Se me enfadaban mucho», recuerda. En el camino
que inició, aprendió -entre otras muchas cosas- aspectos que ahora enseña: como
que hay mirar siempre al paciente a los ojos, que se puede leer la comunicación
no verbal, que es importante adecuar el lenguaje a diferentes niveles y que es
clave dejar espacio a las preguntas. También, y quizás eso fue lo más difícil,
que hay formas de dar bien una mala noticia.
«Si un profesional es poco hábil a la hora de
dar una mala noticia puede provocar un sufrimiento añadido y que se
deteriore su relación con el paciente», señala Rodríguez Salvador, quien subraya
que, en cambio, saber manejar el proceso permite que el paciente asimile la
realidad poco a poco y que se afiance esa relación.
Una
información clara, explica, da la oportunidad al paciente de tomar decisiones
sobre su asistencia y elimina una proporción considerable de ansiedad y
aislamiento. «Aunque no le informemos, el paciente siempre se entera de que se
muere, y si no puede transmitirle a nadie sus miedos, porque hay una
conspiración de silencio, la angustia es mucho mayor», comenta. En ese sentido,
añade, es fundamental colaborar y
establecer lazos comunicativos también con la familia. Hay varias
estrategias para dar malas noticias, que engloban una serie de pautas para
facilitar el proceso.
Es
fundamental que el profesional busque un lugar privado, que permita la
liberación de emociones y la transmisión tranquila de la información.
«Hay que estar muy atento a la reacción del
paciente, a cómo responde a esa primera información. Por ejemplo, que
diga frases como 'Doctor, me pongo en sus manos' es un indicador de que
prefiere no saber. En esos casos -que son minoría- hay que respetar su deseo»,
indica Rodríguez Salvador.
Si,
en cambio, el paciente sí quiere saber en qué situación está, necesita
comprender todos los detalles, por lo que el profesional debe adecuar su
mensaje a su nivel de compresión. «Esta máxima es aplicable a cualquier
diálogo, pero debe extremarse en el caso de las malas noticias. Y es una de las
cosas que más les cuesta a los médicos, que tienden a abusar de los tecnicismos»,
añade el especialista.
En
todo el proceso, recuerda, el sanitario debe mostrarse empático, reconociendo y
respondiendo a las posibles respuestas emocionales del paciente. Y, por último,
debe plantear una estrategia para atender la incertidumbre que suele surgir
tras recibir una mala noticia. Es
importante demostrar que el personal médico estará accesible para responder
dudas o atender necesidades que puedan aparecer. «En ese sentido, es
clave dejar una puerta abierta a la esperanza, sin mentir. Ser honesto no
significa ser categórico», recuerda.
Además,
en su día a día, el médico también tiene que estar atento para detectar e
intentar soslayar las múltiples barreras que el actual modelo sanitario impone
a la comunicación. La principal es la del tiempo, resume March, porque las
apretadas agendas dejan apenas unos pocos minutos por paciente y
en ese espacio hay que conjugar muchas labores fundamentales. Pero hay muchas
más: la voracidad de los registros, la necesidad de estar pendiente del
ordenador, las interrupciones en la consulta, la falta de espacios de
privacidad, y las etiquetas o prejuicios que profesional y paciente hacen del
otro son algunos ejemplos.
Otra
barrera muy importante es la asunción por parte de algunos profesionales de que
la comunicación sólo es importante en determinados entornos, como la Atención
Primaria o los Cuidados Paliativos. «Es por esto por lo que muchos pacientes se
sienten tratados como si fuesen órganos, no personas ante
determinados especialistas», señala Rubén Mirón, profesor de Enfermería de la
Universidad de Castilla La-Mancha
En
general, son muchos los muros frente a la comunicación que se levantan en una
consulta médica, reconocen los especialistas consultados. Sin embargo, estos
«no deben tomarse como excusa» para abandonar este aspecto en un rincón. «En
realidad, se pierde gran parte del potencial de un médico si falla la
comunicación». Un buen profesional debe aunar al menos cuatro cualidades
básicas: conocimientos actualizados, adecuado manejo de las técnicas
exploratorias, habilidad para tomar decisiones, y aptitudes para conectar con
el paciente. «Si una de esas cuatro patas falla, la mesa acaba cojeando por
algún lado. Y hay que recordar que la comunicación es una herramienta que se
utiliza mucho más que el fonendo»
Si
el siglo XX fue el del avance de la tecnología médica, señalan los expertos
consultados, el XXI tiene que ser «el de la recuperación del humanismo». Y eso,
aseguran, pasa por una buena comunicación.
«Hay
que volver a la silla en la cabecera, a mirar a los ojos al paciente. Hay que
recuperar el contacto físico, dar la mano al enfermo, explorar tocando,
consolarle con afecto. Que el paciente tenga claro que te pones en su lugar y
sientes como se encuentra», señala Eduard Peñascal, quien remarca que «esa
vuelta a los orígenes de la profesión» no supone renunciar ni un ápice a los
avances logrados. «Hay que aprovechar toda la tecnología actual, pero sin que esta
sustituya al acercamiento entre médico y pacientes».
«Me
acuerdo de la icónica imagen de Gregorio Marañón sentado junto a la cama de un
enfermo y pienso que hoy debería ser igual, habría que transmitir la misma
cercanía, pero con el ipad o el ecógrafo portátil en la mano», concluye
Peñascal.
Nota.-
Si
interesa leer el artículo entero, se puede buscar en el periódico y la fecha
que se indica casi en la cabecera. Entero es muy interesante, pero he omitido
más de una página saltándome párrafos que me han parecido de menos importancia.
Ya que este blog trata de salud mental, que normalmente no tiene que ver con dar malas noticias al paciente en cuanto a defunciones se refiere, lo encuentro interesante y por eso lo comento porque. a los que tenemos trastornos mentales también deberían cuidarse más las formas en el trato sea en la consulta como estando ingresados. He tenido malas experiencias por parte de los psiquiatras -sobretodo en la consulta- porque lo de mirar a los ojos y hacer preguntas, que parece obvio, algunos lo practican muy poco. Escuchan, tienen tu cliché en el cerebro y si el medicamento "X" no ha funcionado probaremos con el "Z". Como mucho, al preguntar te dicen que el nuevo es más fuerte o a la inversa pero poco más. Puesta toda la esperanza en que habrá novedades que te harán mejorar, sales normalmente desanimado porque sin explicaciones como mínimo hay que esperar de 2 a 3 semanas a ver si surte efecto el cambio, y sino hasta la próxima visita dentro de 3 o 4 meses.
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