Eparquio Delgado | El
País Semanal | 03/03/2020
La
interpretación de las conductas de las personas ha alimentado un abanico de
teorías. Solo si conocemos bien sus historias interactivas podremos saber por
qué se comportan de cierta forma.
Muchas personas creen
que ciertas conductas de los seres humanos tienen un significado oculto,
ubicado en el inconsciente. Esta idea tiene que ver con la enorme influencia
que ha tenido —y sigue teniendo en algunos países— el psicoanálisis, hasta el punto de que muchos de sus conceptos han
pasado a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano: trauma, libido, complejo de Edipo, pulsión… Desde esta perspectiva, si queremos
comprender el significado de nuestras respuestas psicológicas, debemos acudir a
un psicoanalista que establezca una relación con nosotros para que nos ayude a
saber qué es lo que realmente llevamos dentro, eso que solo se manifiesta indirectamente
a través de lo que hacemos, pensamos y sentimos.
Esa idea de que podemos
encontrar significados ocultos en los gestos, reacciones, posturas y demás
conductas humanas sigue presente en la psicología científica actual. El famoso
psicólogo Paul Ekman ha dedicado buena parte de su vida a identificar las
llamadas microexpresiones, pequeños movimientos faciales casi imperceptibles
para los demás que son extremadamente difíciles de controlar. La teoría es que
si uno aprende a identificar estos microgestos puede diferenciar a un mentiroso de alguien que dice la
verdad.
A pesar de lo populares que se han hecho las tesis de Ekman,
ningún sistema judicial del mundo acepta como prueba de mentira el informe de
una persona o sistema artificial entrenado en la lectura de las
microexpresiones. El propio autor ha sido más moderado que algunos de sus
entusiastas divulgadores al referirse a este asunto. En varias ocasiones ha
comentado que no existe un signo universal de la mentira y que, para saber si
alguien miente, el mejor método es comparar su conducta actual con su conducta
pasada. Aunque hay conjuntos de microexpresiones que encontramos habitualmente
en las personas cuando mienten, no se puede decir que a través de ellas podamos
acceder a algo que está en otro lugar más allá de nuestros ojos; en este caso,
la intención de mentir. Las microexpresiones no tienen un significado oculto.
Ekman ha sido un autor favorable a la tesis de que la
conducta tiene un significado en el interior de la persona. No en vano ha sido
uno de los grandes defensores de que la expresión de las emociones es
universal, compartida por todos los seres humanos y producto de la evolución de
la especie. Según esta postura, todos los seres humanos expresamos las
emociones de la misma manera, por lo que se puede saber lo que alguien siente
observando su rostro. Esta ha sido una afirmación indiscutida hasta hace bien
poco, pero hoy contamos con algunas pruebas que indican que quizá la expresión
de las emociones no sea tan universal como se pensaba. Un estudio realizado por
antropólogos españoles y publicado en 2016 encontraba que las expresiones
emocionales son herramientas que utilizamos en la relación social, más que el
signo de un estado emocional interno, y que no siempre una expresión significa
lo mismo en dos culturas distintas. Parece probable que las expresiones
emocionales vayan tomando forma en el seno de una comunidad en lugar de venir
“de serie” en nuestra biología.
Frente a esta búsqueda del significado de la conducta
en lugares misteriosos ubicados en el interior, podemos conocer el sentido de
su comportamiento de una manera más natural y sencilla. Una cosa es que no
podamos entender lo que una persona hace y otra muy distinta es asumir que
resulte imposible saberlo porque se refiere a algo que está oculto. De hecho,
todos comprendemos a diario el significado de las conductas de los demás sin
necesidad de preguntarles por las razones e intenciones de lo que hacen. Es
suficiente con conocer la historia de esa persona y la relación que ha tenido
con esa misma situación. Incluso es suficiente con que nosotros mismos hayamos
pasado por situaciones similares. Cuando conocemos a alguien muy bien porque
hemos compartido mucho tiempo con él, somos capaces de anticipar sus reacciones
con asombrosa facilidad, intuir si se encuentra bien o mal e incluso saber lo
que está pensando. Para entender por qué y para qué se comporta como lo hace no
hace falta adentrarnos en su mente, en su inconsciente ni tampoco en su
cerebro. Si conocemos bien la historia interactiva de una persona, podemos
llegar a entender perfectamente el significado de su conducta, y esto es
posible porque no reaccionamos psicológicamente a los objetos y situaciones en
sí mismas, sino en función de la historia que tenemos con ellos. Un perfume
puede ser solamente un aroma agradable o evocar el recuerdo de un amor perdido.
Bailar puede resultar divertido para alguien a quien han felicitado
reiteradamente por su manera de moverse al son de la música o una experiencia
tormentosa para quien ha sufrido burlas en esa misma situación. Somos una
historia que se actualiza continuamente.
¿Qué hará la próxima vez que alguien haga algo que no
comprenda? Puede optar por suponer que su conducta refleja un significado
profundo y oculto para usted y posiblemente para la propia persona, dar por
sentado que lo que hace no tiene sentido y que, por tanto, está “loco”, abrirle
el cráneo para buscar el significado en su cerebro o asumir que quizá le falta
información e indagar en su historia para comprender por qué y para qué hace lo
que hace. ¿Qué le parece más útil?
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