domingo, 19 de octubre de 2025

Viktor Frankl, filósofo y psiquiatra: "La vida no es una búsqueda de placer, como creía Freud, o de poder, como decía Adler, es una búsqueda de significado"

 

CELIA PÉREZ LEÓN     |     cuerpomente.com     |     07/10/2025  

¿Para qué vivimos? Esa es la pregunta que la filosofía se hace desde hace siglos. Viktor Frankl planteó su propia respuesta: vivimos para encontrar un sentido a nuestra existencia..

A lo largo de la historia de la humanidad, muchos se han preguntado en qué consiste la felicidad. ¿Es, como decía Freud, la búsqueda del placer lo que nos conduce a la satisfacción? ¿O, como decía Alfred Adler, se trata de una búsqueda insaciable de poder? Placer y poder comparten algo en común: jamás se tiene suficiente de ninguno de ellos. Siempre se puede tener más. Y una vez conseguido, se pierde fácilmente.

No, la felicidad no puede estar en algo tan perecedero como inagotable. La felicidad no puede hallarse en algo efímero como el poder o el placer. Viktor Frankl, psiquiatra y superviviente del Holocausto, sabía cuál era la verdad. La vida es una búsqueda de significado, y solo así se encuentra la felicidad.

El sentido como brújula vital

No cabe duda de que en el momento en el que nacemos y tomamos conciencia de nosotros mismos, nos diferenciamos de otras especies. Este hecho es discutible, dado que hay estudios que indican que ciertas especies animales podrían tener también algo parecido a la autoconciencia. Sin embargo, nuestro lenguaje nos permite manifestar esta conciencia propia. Y a partir de ahí, la cosa se complica.

Si fuéramos animales más simples, nos bastaría con nacer, crecer, reproducirnos y morir. La vida transcurriría sin mayores molestias, sin dolores de cabeza. Habría hambre, dolor y muerte. También satisfacción, placer y vida. Eso es, en esencia, la vida.

Pero cuando el hombre toma conciencia de si mismo se hace una pregunta: ¿por qué? ¿Por qué estoy vivo? ¿Por qué yo y no otro? ¿Por qué?

La filosofía lleva desde hace siglos intentando dar respuesta a esta pregunta que, sinceramente, no creo que tenga una sola respuesta. Pero ese, nos dice Viktor Frankl, debería ser el motor de nuestra existencia. Encontrar esa respuesta. Buscar sentido. Porque solo por medio del sentido, encontramos consuelo.

¿Por qué?

Es importante comprender la situación en la que se encontraba Viktor Frankl al momento de elaborar esta tesis. Durante los años previos a la publicación de su célebre obra, El hombre en busca de sentidoViktor Frankl estuvo en el campo de concentración de Auschwitz. Allí, la muerte, el hambre, el dolor y la crueldad eran el pan de cada día.

Sin embargo, en un poderoso pasaje de su libro, el psiquiatra reflexiona sobre la maravilla de la vida. Un pescado medio podrido sobre la mesa despierta su interés. La anatomía de su ojo es un auténtico milagro de la naturaleza, una obra precisa de ingeniería que tiene un por qué, pese a que no lo terminemos de comprender. Frankl comprende entonces que la vida no es más que una búsqueda constante de sentido.

No, el poder viene y va. Un hombre como él lo había experimentado. Había visto como sus títulos y conocimientos no le garantizaban nada dentro de un campo de concentración. Tampoco el placer garantizaba nada. Tan rápido como llegaba, se iba. E incluso en el lugar más oscuro del mundo, el ser humano seguía existiendo. Y permanecía su deseo de existir.

El sentido era la respuesta a todo. Y este solo puede entenderse si comprendemos que existe otro que le da sentido a nuestra vida.

 

Todos somos uno

Volvamos a los animales. Parecen crueles. Un león devora a las crías del anterior macho dominante solo para asegurarse de dejar su descendencia. Un cuco deposita cuidadosamente su huevo en un nido ajeno, sacrificando la vida de las crías del pájaro elegido. Todos buscan la forma de sobrevivir. Pero más allá de la supervivencia individual, cada especie sobre la faz de la tierra busca algo mucho más importante: la supervivencia del grupo.

Si el ser humano pudo evolucionar, sostienen los antropólogos, es porque vivían en grupo. El esfuerzo colectivo, el carácter sociable de nuestra especie, es lo que propició nuestra evolución. Perfeccionar formas de comunicarnos entre nosotros, de fortalecer lazos, es lo que nos hizo convertirnos en lo que somos. Ese es el sentido que todos buscamos, sin darnos cuenta de que lo tenemos en lo más instintivo.

El sentido sigue siendo ahora el mismo que entonces: hacer algo que mejore al grupo. Garantizar la supervivencia de la especie. Ayudar a las personas que nos rodean. Dar de nosotros lo mejor de lo que disponemos para ponerlos al servicio de los demás.

Puede ser una sonrisa tímida por la calle, un agradecimiento sentido a la persona que te atiende, un trabajo bien hecho que beneficia a los demás. O cuidar de tu familia con esmero. Pero solo cuando nos ponemos al servicio del sentido, al servicio de ese otro que da sentido a nuestra vida, estamos comprendiendo el verdadero significado de la existencia. Y solo así, podemos ser felices.

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